Sea feliz, por favor

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Tercer universo.


Seokjin mantenía una gran sonrisa en su rostro y Jonghyun pensaba en las explicaciones que el rey le exigiría. Estaba completamente seguro de que, a estas horas, su majestad estaría informado de la ausencia de su hijo.

El rey siempre se negaba a las excursiones del príncipe y debía estar enfurecido y maldiciendo a todo aquel que no le informó de la salida. Las únicas salidas permitidas eran de la familia real cuando tenían que rendir cuentas o informar de algún acontecimiento.

La familia real fingía ser unida, pero solo los cercanos, es decir los guardias, sabían que esa conexión familiar hace muchísimos años se había perdido. Jonghyun muchas veces miró con resentimiento como el niño que vio crecer lloraba en silencio por no recibir el apoyo que necesitaba. Cuando le ordenaban comportarse y fingir, pero no siempre fue así.

Dentro de todo, los reyes aún se preocupaban por Seokjin, aunque este no lo notara. Fingían desinterés por su propio hijo, pero siempre llegaban a pedirle que cuidara del príncipe, aunque las formas de pedirlo muchas veces lo confundieran de sobremanera.

Jonghyun aún podía visualizar a la reina llorar y rogar por la salud de su niño y al rey ordenar que buscaran a los mejores médicos para que revisaran y curaran al príncipe... Seokjin siempre fue un niño enfermizo, incluso él le rogaba al cielo para que su pequeño niño mejorara hasta que hace unos años Seokjin no se enfermó más.

Daegu nunca había visualizado la sonrisa de Seokjin. Este siempre había mostrado un rostro inexpresivo y ahora ver que esa sonrisa no se había borrado del rostro del príncipe le daba esperanzas de que este volvería a sentirse mejor y no lo vería derrumbarse día tras día. Su príncipe por fin estaba feliz y él podía notarlo.

—¡Yo lo sabía, Jonghyun! —exclama el príncipe emocionado logrando que su guardia se sobresalte—. Siempre supe que estaba vivo —murmura sin detener su caminata hacia la salida del bosque y Jonghyun le sigue el paso a su lado.

—Comparto su emoción, Seokjin.

—Siento tu emoción, Jonghyun hyung —ríe Seokjin aferrándose al brazo de su guardia—. Tengo un pequeño sobrino de cuatro años...

—Sin duda el príncipe Yoongi tiene un hijo precioso —musita el hombre aún sorprendido por ello—, es la copia de Jeon. Si tan solo pudiera decírselo a Minho. Estaría tan feliz por su niño.

—¿Dónde estará?

—Creo que se fue de Daegu, príncipe Seokjin —responde el hombre.

—Lo buscaremos. Minho tiene que saber que Yoongi no está muerto, él adoraba a mi hermano, no puedo permitir que siga viviendo atormentado con todo lo que sucedió.

—¿Le pedirá al príncipe que se quede junto a usted cuando sea rey?

—No creo que eso suceda, Jong, para todos Yoongi está muerto. No podemos simplemente dejar que se muestre ante todo Daegu. ¿Qué explicación lógica podríamos dar? Sería shockeante. Padre podría morir ahí mismo.

—Tiene razón.

Al salir del bosque, Jonghyun frunce el ceño al ver las monturas tiradas en el lugar donde horas antes ellos habían dejado los caballos, pero no había nada más. Ninguno estaba, alguien los había liberado.

—Jonghyun hyung...

—No se mueva —susurra el guardia poniéndose alerta.

El cielo se vuelve oscuro y un trueno lejano se escucha. Un estremecimiento los recorre al escuchar movimiento de diferentes lugares.

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