CAPÍTULO 18- ¿Puedo confiar en ti?

28 3 0
                                    

Estaba tumbada en la cama cuando Mónica me llamó.

-¡Hola amigui! ¿Qué te parece si esta noche vamos de fiesta?

-No sé, nunca he sido de mucha fiesta la verdad.

-¡Oh vamos! ¿Cómo te vas a quedar en casa un sábado por la noche? Hazlo por mí...

-Vale...

-¡Bien! Pásame ubicación de tu casa, te recojo allí.

-¿Tienes coche?

-¿Lo dudabas? Y encima es la caña.

-Vale- le mandé la ubicación-. Ahí tienes, nos vemos esta noche.

-¡Chaito!- y colgó la llamada.

Me levanté y preparé todo para después.

(...)

Mi ropa era algo simple, un vestido negro de tirantes que me llegaba por la mitad de los muslos, un bolso a juego con el móvil dentro, unos tacones negros, un poco de rímel y pintalabios y de peinado me hice un moño despeinado con dos mechones cayendo por los lados.

Bajé las escaleras dispuesta a irme cuando mi madre habló. Mierda, se me había olvidado mi madre.

-¿A dónde vas Megan?

-Una amiga me ha invitado a ir por ahí a tomar algo, es nueva en el insti y soy de las únicas personas que conoce. Juro que volveré pronto.

-Vale... pero ten cuidado. ¡Y no fumes!

-¡No fumo! ¡Te quiero!- abrí la puerta y salí a la calle.

Fuera, subida a un descapotable rojo, estaba Mónica, con un vestido de escote beige, labios de un rosa pálido, pelo suelto ondulado y unos tacones negros; estaba guapísima.

-¡Hola Meg! Estás di-vi-na.

-Gracias, tú también estás muy guapa- me reí y subí al coche.

(...)

Llegamos a una especie de pub que no me sonaba mucho, aunque en realidad no me había dado tiempo a ir a ninguno, así que era obvio que no me sonara.

-Oye, ¿qué es este sitio?

-Una disco, se llama Omega. Venga, conozco al dueño, amigo de mis padres; nos dejarán pasar sin hacer cola. ¡Vamos!

Salimos del coche y nos dirigimos a la puerta de entrada. En ella había un gorila con cara de pocos amigos; Mónica empezó a hablar con él en ruso.

- Я иду с Меган, скажи Уильяму, чтобы он не покидал свой офис, пока мы не уйдем- dijo Mónica.

El segurata asintió y se fue dentro.

Mónica me cogió de la mano y me arrastró dentro del lugar.

Si por fuera parecía grande, no os imagináis cómo era por dentro. Nada más entrar, a la derecha había una gran barra con taburetes donde servían las bebidas, a la izquierda estaba la parte de sofás, para relajarse o enrollarse (lo que hacía la mayoría) y delante nuestra se encontraba una inmensa pista de baile, llena de luces de colores y gente sudorosa bailando al ritmo de la música, que cabe recalcar que estaba muy alta.

Me fijé en que al lado de la barra había unas escaleras que daban al piso de arriba, que estaba repleto de puertas diferentes. Desde allí, la gente podía ver lo que pasaba abajo perfectamente.

-¡Ey!- me gritó Mónica, ya que si no, no la escucharía- ¡vamos a pillar algo de beber! ¡Acompáñame!

Empezó a caminar hacia la barra y yo la seguí entre la gente. Tomamos asiento en unos taburetes y una camarera se acercó a nosotras.

Amor al primer disparoWhere stories live. Discover now