DESPERTAR

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Las reuniones para rememorar los tiempos de la academia le resultan una pérdida de energía. No está deseando escuchar como la mayoría parlotea sobre lo bien que la vida los trata desde que muchos tomaron caminos distintos, ni tener que hablar de su vida personal como si todo fuera un gran logro.

Sencillamente no quiere saber nada del pasado del que tanto le costó desligarse. Pero miente si dice que no necesita muchas cosas de ese tiempo que ahora es tan lejano para él.

Puede atribuir su asistencia a la sexta asamblea de su antigua escuela a las incesantes llamadas de su amigo de preparatoria. No admitiría que quiere enervarse por encontrar unos ojos glaucos que le pertenecen a un nerd de pacotilla, que fueron solo las palabras de Eijirō las que lo incitan a ir.

— ¡Ya me voy, vieja! — Exclama desde la entrada. — ¡Cuídense! ¡Hay leche caliente en el microondas! — Informa a la espera de una respuesta.

Su madre le grita más fuerte que espera su llegada a las once en punto. Un portazo es una respuesta para el hijo, quien siente que está siendo tratado como un quinceañero de nuevo.

Enciende el motor de su auto, tal cual se enciende esa sensación que genera que apriete los dientes.

No ha necesitado de él en cinco años y un estúpido encuentro no va a cambiar nada de lo que ha sucedido. Sus pensamientos son traicioneros, pero se niega a aceptar que ha esperado.

Lo detesta y esa es la única palabra que debe tener valor. Lo odia, lo odia con cada palmo que conforma ese corazón sofocado por la mentira.

Conduce camino al local previsto al que todos acordaron asistir para el día tan esperado, menos para aquel amargado que la mayoría de veces no puede con su genio.

Después de veinte minutos, aparca el Mercedes Benz en el estacionamiento del susodicho lugar. Se queda sentado, teniendo la opción de huir, de dar media vuelta y fingir que nunca estuvo allí; pero no le va a dar ese placer porque si alguien le va a arruinar la noche a alguien, es él al maldito bastardo.

Baja del auto y llegará siete minutos tarde a la reunión, casi ocho.

Es una animada fiesta. Están casi todos sus compañeros de la preparatoria (menos el detonante de su rabia) celebrando el reencuentro, bebiendo, disfrutando. Prontamente, se arrepiente de su asistencia.

— ¡Katsuki! — Ashido lo agarra por el cuello y se inclina.

El mencionado pasa una mano por su cabello, despeinando su melena larga.

— ¿Y el marido? No me digas que ya se divorciaron.— Bromea.

La morena infla las mejillas y le da golpecitos en el hombro por el mal chiste.

— ¡No le digas eso a una embarazada! Cruel. — Acaricia su panza, haciendo puchero. — Kiri bonito vendrá más tarde.

Bakugō reniega en sus adentros. Se supone que vendría temprano.

— Para eso me hace venir.

— Estarás conmigo, no seas aguafiestas. — Entrelaza sus brazos.

Pasa la fiesta en compañía de Mina, hablando por aquí, por allá. Es así como se entera de la relación de cuatro años de Hagakure y Ojiro; hasta Momo les hace entrega de sus invitaciones a su boda con Awase, aunque ciertamente todos juraban que la relación de la azabache con Todoroki sería eterna.

Escucha un montón de historias felices a la vez que bebe pequeños sorbos de su cóctel, cansado. Quizá esperó demasiado por esa noche, quizá se creó expectativas, quizá realmente quería verlo al menos un instante.

Despertar -dekukatsu-Where stories live. Discover now