dieciseis

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*Alice Roberts*

Me dolió dejar a Odette sabiendo que estaba mal, pero estaba segura de que Gus conseguiría animarla mejor que yo. Puede que yo la conociera desde hace muchos años, pero Gus sentía algo por la pelinegra. El no me lo había confesado pero era algo obvio, su manera de mirarla cuando ella no se daba cuenta o como se le iluminaba la mirada cada vez que mi amiga le sonreía.

Era un secreto que gritaba en miradas, pero Odette no se habia dado cuenta aún.

—¿Que va a querer?— el camarero me miraba con curiosidad, mientras me ocultaba detrás de la carta del menú.

— Un batido de fresa, gracias.

Me encontraba en una cafetería, siguiendo a Arlet. Había encontrado sus redes sociales y en ellas acababa de publicar que se encontraba aquí. No es que tuviera interés por ella, pero si por lo que escondían la rubia y Hector.
Ellos no querían darme una respuesta a mis preguntas, así que yo misma las respondería con lo que averiguara siguiéndolos.

Creo que merecía saberlo después de haber salvado al chico de rizos de desengrarse.

El camarero llegó con mi batido, e intentó retirarme el menú con el que me escondía.

— Dejemelo por si me quedo con hambre— le pedí amablemente

El simplemente asintió y se fué, dejandome seguir con mi misión de espía.

Arlet estaba sentada en una mesa, de espaldas a mí. Llevaba dos horas así y empezaba a cansarme.

Un hombre entrado en los sesenta se acercó a la mesa de la rubia. Vestía ropa cara y elegante, pero que su prominente barriga no hacia lucirla. Se sentó en su misma mesa y, con una sonrisa viperina, empezó a hablar con ella.

—... porfavor, el va a pagarlo...—Desde donde estaba apenas podía escuchar lo que hablaban. Pero reconocía la voz de Arlet.— tiempo... Algo grande entre manos.

Asomé mi cara levemente por encima del papel que me ocultaba. El hombre tenia cara de pocos amigos y su ceño estaba fruncido ante las palabras de ella. Fuera lo que fuese lo que le estaba diciendo la rubia, a el no le estaba gustando nada escucharlo.

Se levantó y se fué, dejandola sola en la mesa.

Ví a la rubia pagar la cuenta y salir de allí, he hice lo mismo, dejando mi batido entero en la mesa.

La seguí de lejos, asegurandome de que no me viera. Varias veces se había girado, pero yo habia conseguido esconderme antes de que pudiera mirarme.

Caminamos alrededor de veinte o treinta minutos, hasta que llegó a un callejón poco iluminado y se adentró en él.

¿Que hace en un sitio tan siniestro y alejado?

Cogí aire y esperé, con la espalda pegada a la pares en la entrada de aquel callejón. No sabia que había allí dentro, y si entraba sin más Arlet me vería y sabria que la estaba siguiendo.

Un golpe metálico me hizo sobresaltarme en mi sitio. Me lo pensé por unos minutos, aun no era tarde para volver a casa y olvidarme de todo esto.

Negué mentalmente, habia llegado hasta aquí y ahora llegaría hasta el final.

Me adentré por donde habia desaparecido la rubia. El callejon era estrecho y al final de el, había una pared de ladrillos.

Sin salida.

Fruncí el ceño al no ver a Arlet allí, si no tenia salida ella debería estar por ahí. Paseé mi mirada por el lugar, entre cerrando los ojos para poder ver con la poca iluminación que había. Y la vi.

Una puerta de metal a un lado del callejón.

Sin dudarlo ni una milesima de segundo, abrí la puerta y entré.

Todo estaba en silencio y en total oscuridad. Baje la mirada a mis manos, esperando por lo menos distinguir su forma pero solo podía ver una intensa oscuridad en todo el lugar.

Me mantuve totalmente quieta para no golpearme con algo o hacer ruido, ya que lo que menos quería hacer era llamar la atención.

—¡Señoras y Señores!— una voz masculina sonaba por un megáfono. Sus palabras se escuchaban altas y claras en toda la oscuridad—¿Están listos para el combate?

El silencio fué cambiado por un monton de gritos y vítores, que resonaba por todas partes.

—¡No os escucho!— gritó la voz, emocionada.

Y se encendió. La luz hizo presencia en aquel extraño lugar y pude observar donde me encontraba.

Miré hacia mis pies, donde unas largas escaleras se extendían hasta en centro del lugar. Era absurdamente grande y miles de personas estaban allí. Al final de las escaleras se encontraba un cuadrilátero y encima de el, un hombre con un micrófono y bigote que disfrutaba de los vítores de todos los presentes.

— ¡Hoy nos espera una pelea que no dejará indiferente a nadie!— continuó el hombre del bigote, del cual era la voz que sonaba por la megafonia.— A mi derecha, con ochenta y dos kilos, doce victorias y tres derrotas West Duque.

Mucho ruido se formó cuando el hombre pronunció aquel nombre, vítores y abucheos resonaban en mis oidos. Dirigí mi mirada hacia la derecha del cuadrilátero, donde estaba subiendo un hombre con guantes de boxeo.

¿Un ring de boxeo? ¿Arlet se habia metido aquí? ¿Porqué?

— Y a mi izquierda, con setenta y ocho kilos, dieciocho victorias y ninguna derrota, ¡Hector Grace!

Espera.. ¿Que?

Con rapidez busqué al chico del lado izquierdo. Era alto, de pelo rizado y también llevaba los guantes de lucha.

— No puede ser— susurré.

Hector y el otro chico se acercaron, y chocaron sus guantes como saludo.

—¿Queréis pelea?— gritó el hombre del bigote, animando al publico— ¡Que empiece la primera ronda!

Una chica subió al cuadrilátero, llevando un pequeño bikini que dejaba muy poco a la imaginación, y su largo cabello parecía de color blanco desde donde estaba. Con las manos alzadas en el aire, sujetaba un cartel donde aparecía el número 1.

Virgen del amor hermoso, era Arlet.

*********

VAAAALEEE. Tenia muchas ganas de escribir este capitulo porque ya mismo necesitaba contar en que estaban metidos Arlet y Héctor. ¿Peleas de boxeo? Pues si, peleas de boxeo :)

¿Alguien se lo habia imaginado?

Alice está tan confundida como ustedes, señoritas. JAJAJJAJA

Bien, en el próximo capitulo se explicaran muchas cosas de estos dos sujetos y Alice por fin conocerá lo que esconden... En cuanto a Odette, si os soy sincera no se que mierda pasará con ella.

Besos literarios y golpes en la cara :).
-bel.

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