cuatro

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Cap 4

A la mañana siguiente me desperté felíz, no sabía la razón pero me sentía bien conmigo misma.

Salí de mi cuarto y me encerré en el baño. Me deshice de mi pijama y me metí en la ducha.
Agradecí al momento el agua caliente cayendo por mi piel, sintiendo que mis músculos se relajaban al instante.
Al salir, envolví mi cuerpo en una toalla blanca y coloqué delante del espejo con mi cepillo en la mano.

Mientras cepillaba mi cabello, estudié mi reflejo. A pesar de haber dormido tan pocas horas, no había ni rastro de ojeras en mi rostro. Mis ojos, de un azul tan claro que parecían grises, tenían un brillo especial está mañana y mis labios lucían rosados y carnosos. Mis brazos eran un tema aparte, ya que mi piel blanca hacía notar mucho más los innumerables tatuajes que la decoraban.

Ya ni recordaba cuántos tenía en total. Algunos por las piernas y otros en los brazos y abdomen, pero todos ellos de tinta negra.

Al terminar de desenredarme el pelo, salí del baño con la toalla y me volví a meter en mi cuarto para vestirme.

El día era perfecto, ni mucho calor ni mucho frío, así que me decanté por un pantalón militar de tonalidad azul junto a una camiseta negra corta que dejaba mi abdomen a la vista.

Miré el reloj. Era muy temprano y Alice aún no se habría ido a clase.

—¡Buenos días, dormilona!— dije entrando en su cuarto.

Alice ya estaba preparada.
Se había puesto un peto vaquero, con un crop top rosa palo y su envidiable melena pelirroja lucía alisada y suelta.

—¿Cómo es que estás despierta?— me dedicó una sonrisa mientras cerraba su portátil.

—Misterios de la vida, supongo.— reí.

Me dejé caer sobre la cama de Alice mientras ella recogía un par de papeles y los metía en una carpeta.

—Me ha vuelto a hablar.— soltó mi amiga.

—¿Quien?—elevé una ceja, interesada.

Alice se lo pensó por un par de segundos antes de contestarme.

—Hector.— al escuchar ese nombre suspiré y me acosté en la cama.— Me ha preguntado si querrías volver a quedar con el.

—¿Y que le has dicho?— la miré mal.

—No le he contestado.—se encogió de hombros.— No sabía que decirle sin ser demasiado, nose, demasiado dura, demasiado Odette.

Resoplé.

—De todas formas, no entiendo porqué no quedas con el. Es mi guapo— Alice río tímidamente.

—Si, es muy guapo. Y práctica boxeo, es popular en tu universidad y es majo.

—¿Entonces?—se apresuró.

—No lo sé Al, no tiene nada especial.—me encogí de hombros.

—¿A qué te refieres con especial?¿A tus queridos boock boys? Por el amor de Dios, Ody. Tienes que entender que ningún chico real se parecerá a los amores platónicos que tienes con esos personajes literarios.

—No, pero yo—

—Nada de peros—me interrumpió.— Tengo que irme a clase, ya seguiremos con esta conversación sobre tu vida amorosa.

Le gruñí mientras le hacía el corte de manga, no soportaba hablar de mi vida sentimental y ella lo sabía. Alice me lanzó un beso por el aire y se fué.

Yo me quedé en su cama tirada, con la vista fija en el techo y pensando en las palabras de la pelirroja.

¿Debería darle una oportunidad a Héctor?

El grito de mi amiga desde el salón me sobresaltó, haciéndome levantarme y correr en su ayuda.

—¿Que pasa Al, q—

Y ahí estaban. Los seis chicos de anoche, durmiendo esparcidos por mi salón. La mayoría sin camiseta.

¿Seguía soñando?

—Odette July Black—Alice me hablaba en tono duro.— ¿Se puede saber por qué hay seis chicos semidesnudos en mi salón?

—Eso me gustaría saber a mí.—solté un tanto confusa.

—¿Podríais dejar de hacer tanto escándalo?— exclamó el rubio.— Algunos intentamos dormir.

—Por cierto Ody.—Gus me hablaba desde el suelo, también se encontraba sin camiseta.— No es por quejarme ni nada, pero me parece bastante mal que dejes dormir toda la noche en el suelo a un pobre chico con cáncer.—su voz no denotaba reproche, sino que más bien parecía una burla.

Si las miradas mataran, la mirada de mi amiga me habría degollado allí mismo.

—Al, deja que te explique.

Alice colocó una mano entre su cara y la mía.— No te molestes, tengo que irme o llegaré tarde. Ya hablaremos cuando vuelva.

Les dió una última mirada a todos y salió del piso echa una furia.

—Me gusta, parece simpática.— se burló Patch.

—¿Se puede saber por qué seguís aquí? ¡Se suponía que lo de anoche había sido un sueño!— explamé histérica.

—Te lo advertí.—dijo Grey.

Le miré atentamente. La verdad es que cada uno de ellos era la viva imagen de cómo me había imaginado que serían físicamente.

Pero es imposible, ¿No?

—A ver, es hora de aclarar las cosas.— Cuatro habló, mientras se ponía la camiseta. Ocultando así su abdomen trabajado.— Tu hiciste un conjuro de amor en el que, como chico ideal, nos nombraste a todos, ¿Me equivoco?

Negué con la cabeza.

— Pues aquí estamos.—continuó hablando mientras se ponía en pié y se colocaba delante de mi.— ¿Te sirve la explicación?

—Pero e—

—Ni peros ni pollas, Odette.—gruñó Jace, poniéndose en pié también.— ¿Quieres una maldita prueba?

Sin darme tiempo a contestarle, Jace sacó una vara de su bolsillo. Aquel artilugio se me hizo familiar. Con la punta de ella, dibujó algo en su brazo.

La estela.

No dejé que la terminara. No sabía que runa estaría haciéndose, pero no quería que mi casa explotara así que agarré su muñeca.

—Está bien, está bien.—el rubio me miró.— Digamos que os creo.¿Por qué razón estaríais aquí?

—Digamos que haremos la función de cupido.—rio Gus.

Yo lo miré sin entender. Aún así no hice preguntas al respecto.

Travis me sonrió con arrogancia, dejando a la vista un hoyuelo en su mejilla izquierda—¿Que?¿Desayunamos?

Entre líneasWhere stories live. Discover now