CAPÍTULO 5.

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Me desperté con frio y un mensaje:

¿“Bajas a tomar tu cappuccino?, se te va a enfriar”- Número desconocido.

Me puse un jersey de Oxford que me regalaron un año atrás, unos pantalones pirata vaqueros y unas vans. Bajé y dos calles después, con el frio del viento en mi cara  y despeinándome, la vi en la puerta del bar, con su dos cafés para llevar, sonrió levemente, como ese día en el que me dio la nota, me dio mi café, rozando nuestras manos y empezó a andar con intención de que la siguiera, metí mis manos en el bolsillo del jersey y seguí sus pasos. Me llevó a una tienda de antigüedades, había mil cosas, o incluso más, estaba lleno, detalles, colección de cosas diferentes, y decorados. Ella me llevó hasta una pila de libros, parecían tener años, como tiene sentido al estar en un libro de antigüedades.

- Son los libros que escribió mi escritor favorito, todos y cada uno de ellos, cada dos meses me compro uno, y me los leo diez veces seguidas al comprarlos.- Bebió de su café, se relamió los labios, y miro al suelo, como si le diese vergüenza, entonces me di cuenta, me acababa de contar algo que nadie sabía, había gente que pudiese pensar que era un detalle sin importante, pero me pareció precioso por su parte.- ¿Y tú? ¿Qué pequeño detalle tienes? – Me dijo sonriéndome intentando sacármelo.

La cogí del brazo, notando su chaqueta de cuero en mis manos y le saqué de allí. Miré a los lados de la calle, le hice perderse entre calles, y la subí al ático de mi casa. Le enseñe la hamaca, los cajones que había y un par de velas.

- Vengo aquí casi siempre, sobre todo cuando quiero evadirme, es mi rincón, en los cajones están mis libros favoritos. La verdad es que hace tiempo que no subía, pero aquí estamos.-

Me sonrió, se terminó de un trago largo su café y se sentó en la hamaca. Se quedó mirando al cielo, perdida, o quizás encontrándose entre las nubes del otoño, o entre las calles que se veían desde ese sitio. Cogió su paquete de tabaco:

- ¿Puedo?- Dijo enseñándomelo. Asentí, y ella, con su delicadeza, cogió un cigarro, lo puso en la boca, sacó el mechero y lo encendió diez segundos más tarde. Era preciosa incluso con el humo en la cara, era preciosa con sus pensamientos, y su forma de ser delicada, distante pero a la vez cercana.

- Vamos a beber.- Me dijo mientras echaba el humo lentamente.

- Estás loca.- Sonreí.

- Venga, un par de vasos, no nos va a pasar nada, si quieres, vamos a tu casa o a la mía para que no nos pase nada.- Sonrió pícaramente.

- Vale, a mi casa, conozco el bar perfecto.-

Bajamos y cruzamos la calle, era un bar pequeño, pero era genial, pedimos dos vodkas con kiwi y subimos con los vasos de plástico a casa, nos sentamos en la alfombra del salón, y antes de empezar a beber me paró.

- Vamos a hacerlo divertido, tenemos que bebérnoslo rápido, para emborracharnos, y ver lo que pasa.

- De acuerdo.

Ella. [parte 1]Where stories live. Discover now