CAP 3

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—Voy a visitar a Alejandra— Dijo James saliendo de la casa.

Verdaderamente estaba preparado para poder verla. Ya había pasado mucho tiempo sin ir a verla. Era una de esas mañanas donde el sol no se mostraba sobre las calles españolas.

Llegó al convento para poder hacer la visita. Se encontró con la madre Catalina, quien fue que recibió a Alejandra el primer día en ese mismo lugar.

—Señor James... Que sorpresa— Refirió la mujer nerviosa —¿Qué desea? El sacerdote no se encuentra para hacer confesiones ahora—

—Se equivoca madre Catalina, yo vengo a visitar a mi hermana, es jueves, entonces está permitido— Dijo abriéndose paso en el pasillo para entrar al lugar

—Si, tiene razón eso...—

—¿Dónde está Alejandra? — Interrumpió James —Mande a llamarla por favor—

—Si, enseguida— Teresa comenzó a recorrer el pasillo mucho por delante de James, se reunió con Catalina para aclarar el asunto


—Sor Teresa, el familiar de Alejandra está aquí y desea verla—

—Yo me encargo de este asunto— Dijo la vieja al notar la preocupación de la mujer. Ambas salieron para hacerle frente a James quien impaciente esperaba en el pasillo.


—Señora, necesito ver a mi hermana, con su permiso— Teresa se interpuso en el medio para que no pasara observando fijamente a James

—Alejandra no puede ser vista porque se encuentra enferma— Aseguró la vieja sin nada de clemencia

—Señora— Dijo James con reverencia —Le pido por favor que me deje ver a Alejandra— Dijo tomándola del brazo con algo de fuerza. Era como un ajetreo constante, hasta que las mujeres comenzaron a levantar la voz. En ese momento apareció Esteban

—¿Qué pasa aquí? — Al momento todos se quedaron detenidos al escuchar la voz del varón. James fue el primero en girarse.

—Vine a visitar a mi prima y me dicen que está enferma, ¿Qué clase de trato es el que dan aquí? —

—Monaguillo Esteban, perdónelo, es un irreverente— Dijo Teresa tratando de escudarse

—¿Y como se llama la mujer? — Cuestionó Esteban ignorando por completo a la mujer

—Alejandra... Alejandra Santander—

—Sois un par de mentirosas, iros de aquí antes de que os castigue. ¿Cómo decir a alguien que su familiar está enferma cuando se encuentra en un calabozo? —

*

—Alejandra— Dijo James llegando a la puerta del calabozo. La mujer no dijo absolutamente nada —Alejandra, vine a visitarte, a verte— Siguió sin respuesta.

Esteban abrió la puerta para pasar primero él y verificar el estado de la encarcelada, estaba viva, pero estaba deshidratada. La cargó para posteriormente salir.

—Sígame James, iremos primero a la cocina para darle algo de alimento, después podrán hablar todo lo que quieran—

*

—Alejandra, te ves diferente, parece ser que te ha servido este lugar— Dijo James sonriendo.

—Claro, para bajar de peso y ponerme más pálida de lo que ya soy, un excelente gimnasio— Exclamó la otra devolviéndole una mirada de desprecio.

—Alejandra yo te juro que...—

—No me jures nada, jurar en vano es pecado— Dijo levantándose para poner el vaso en la alacena. —Me dejaste en el infierno, así fue, y me quemé... Pero sobreviví—

—Ale...—

—Y, lo mejor es que me he refinado como el oro, pero sin importar las situaciones que pase seguiré siendo la misma de siempre. —

—¿Podrías dejarme hablar por un minuto? — Exclamó algo irritado James

—Esa es la cuestión, ¿Me dejaste hablar tú el día que me trajiste? — Nadie dijo nada en lo absoluto —Como lo pensé. Ahora vete, tengo que preparar el bazar con el sacerdote Mateo— Dijo concluyendo la conversación para comenzar a irse dejando a James atónito ahí donde estaba.

Llegó a su habitación. Sacó un viejo costal bajo su cama, sonrió.

—Por fin, he conseguido lo que tanto esperé conseguir—


*

—Alejandra, tú y Sor Teresa estarán juntas cerca de la plaza— Alejandra rodó los ojos, lo peor que le podía pasar era tener que ir con una vieja decrepita y que se creyera superior solo por su avanzada edad y porque ella puede hacer y deshacer sin que nadie le diga nada

—¿Correcto Alejandra? — Volvió a repetir el sacerdote

—Si— Trató de sonar amable. Se levantó de la butaca y se fue.

Llegó a su habitación para poder encerrarse a leer. Sola en oscuridad. Solo iluminada por una antorcha cerca de la mesa donde tenía algunos libros. Entre historia, demografía y política, un poco de todo para poder aprender de diversos temas de conversación de los hombres de la alta clase.

Si ella era un ser humano al igual que los hombres, ¿Qué la hacia inferior? En realidad, se necesita una vagina y un vientre para que la vida sea posible, claro, sin dejar de lado el aporte del semen y los respectivos cuidados.

Ideas que iban y venían en la mente de la mujer y que de cierta forma trascendían como decía Platón: Al mundo de las ideas.


*

—¿Qué tal te fue con la rebelde esa? — Interrogó la matrona observando el aspecto en el que llegaba James.

—No quiso verme, no quiso hablar conmigo—

—Eso es porque le hace falta algo en su vida...—

—Si, yo también creo lo mismo— Pero lo que James no sabía era que ambos se referían a cosas totalmente diferentes, y que el destino de Alejandra estaba próximo a cambiar... ¿Estará apta para asumir las riendas de su destino?

La BastardaWhere stories live. Discover now