CAP 1

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—Alejandra, en todo lo que los señores te digan debes hacer caso— Decía la vieja matrona.

—Si— Decía poniendo los ojos en blanco cansada de la misma cantaleta. Cuanto aburre la vieja. Salió. Las empedradas calles españolas son lo de ella; si pudiera se perdiera. A sus casi 18 años se ha ido tres veces de casa. Claro, el castigo ha sido duro, pero no le importa. Recogió un papel del suelo.

—Alejandra, las mujeres no pueden leer. Arroja esa hoja a la basura— ignorando el mensaje, la muchacha sale a la calle con su vestido poco decoroso para perderse un par de horas.

—Esa muchacha es la hija del diablo— Escupe la matrona para sí misma quien al salir ya no la ve por ningún lado.

En realidad, Alejandra se escapa de casa para ir a aprender: Va a un instituto de niños para aprender matemáticas, historia y letras. Nunca ha entrado, pero siempre escucha desde la ventana todo lo que el maestro dice y lo escribe en hojas para repasar en secreto. Se las ha sabido arreglar puesto que tantas veces que la han sorprendido pegada a la ventana miente con que su pañuelo o una moneda y paró a recogerla. No es estúpida como los cientos de mujeres la tildan. Rebelde y revolucionaria ella es Alejandra Santander.

—Después de la constelación de Aries... ¿Cuál sigue? — Alejandra respondía en su mente ahogándose de la agonía por contestar verbalmente. Sumida en sus pensamientos es sorprendida por alguien quien la hace titubear en el acto, la dichosa moneda que en su mano posaba ha caído marcando la excusa perfecta.

—Una mujer como tú no debería estar aquí Alejandra—Decía la señora vestida de negro.

—Recogía una moneda, señora Beatriz— Decía levantándose crispada —Y claro...Las mujeres como usted deberían estar rezando— Respondía haciéndole afrenta en aquella fría mañana. No es difícil reconocer a Alejandra y más por haber irrumpido (indiscretamente) en una boda al decir "me opongo" frente a todo un pueblo que callaba. Aunque tenía razón la pobre fue sacada a la fuerza de la iglesia por los chapetones.

—Te faltan modales, etiqueta, elegancia... Si fueras mi hija...—

—Amén porque no fui su hija, señora Beatriz— Decía alzando la voz a poco de formar un escándalo típico de ella. —Y puede que me haga falta todo eso, pero a usted le falta un marido, lastimosamente ni usted se quiere— Dijo altanera. La mujer impávida le dio una cachetada a la menor quien cayó en el arenoso suelo ensuciando su vestido, la mujer reía, sumida en la cólera, Alejandra tomó un manojo de arena, con velocidad se levantó y la arrojó contra la cuarentona quien respondió con un grito de terror.

—Eres una desgraciada...—

—Sí. Soy una desgraciada y usted una diabla sin entrañas...— Dicho y comenzado el alboroto se fue.

*

Una hora después volvió a su casa, la matrona no estaba para alivio de Alejandra, pero la esperaba James, eso indicaba peligro.

—Beatriz ha venido a quejarse de lo que hiciste esta mañana. ¿Algo que decir? —Dijo James, su primo y quien solo hablaba con ella cuando eran situaciones importantes o extremas.

—James, no me trates como estúpida— Dijo alzando la voz —Soy una mujer no una bebé. Si estás aquí es porque me han acusado y no hay escapatoria. Además, se lo merecía—

—Alejandra, una mujer...—

—No debe comportarse así— Concluyó ella torciendo los ojos. En realidad, eso le molestaba y le quemaba la sangre. — ¿Crees que debo comportarme distinto? Vos nos sos mujer como para hacerlo. Pero claro, la problemática soy yo. La mujer que no es sumisa. LA ILEGÍTIMA— Decía con los ojos llorosos de la ira

— ¿Estás bien con la mujer que has construido? Recuerda que eres...—

— ¿Soy qué? ¿Torcida por querer y gustar de cosas que a las mujeres les falta? —

—Eres revolucionaria Alejandra, eres grosera, eres... Eres...—

—Dilo sin más. Dilo que eso soy. ¡Soy la bastarda! Eso soy. Si eso querías lo lograste, ¿Algo más James? —

—Te irás al convento— Dijo en tono seco. Alejandra se detuvo un segundo a procesar esa frase, era como si la matasen de nuevo.

—Me echas a la calle James— Dijo apaciguando la furia.

—No te echo. Solamente quiero lo mejor para ti, es por tu bien— El esclavo llevaba las maletas de Alejandra en sus brazos. No dijo más la fémina, solamente salió, pero lo hizo con su cabeza totalmente revuelta.

*

—Alejandra, quiero lo mejor para ti— Repetía James en la puerta del convento. La monja abrió las puertas recibiéndole

—Soy distinta a todos James, date cuenta que te equivocas, recuerda que soy emperatriz de la calle y diestra al igual que los hombres...— Susurró para su primo, luego volteó a ver a la madre con una sonrisa triste

—Soy la hermana Catalina, yo te ayudaré Alejandra—

—No quiero verte, ni hablarte ni escucharte James— Dijo tomando sus maletas —Solamente te digo que un día saldré y lo haré peor que como entro— Se giró para entrar, pero fue sostenida por James quien rasgó la manga de su vestido

—Alejandra, no fue mi intención— La mencionada se giró a verle con los ojos cristalizados. De tirón se soltó del agarre del varón y entro al lugar —Hasta nunca James...— Un relámpago se reveló en Barcelona irrumpiendo con una fuerte tempestad. Alejandra se sentía como si Dios le diera la espalda, y la verdad es que no era para menos.

La hermanita Catalina la ubicó en un cuarto central. Se fue para dejarle organizar sus cosas. Veía por la ventana como el agua limpiaba la basura de Barcelona, un ventanal con barrotes y afuera, lloraba la libertad. Se tiró a llorar, lloró amargamente su desgracia, tanto que se quedó seca y adolorida.

—Nada puede librarme de la culpa, pero ahora que se fue, vuelvo a ser yo...— Se miró al espejo, su rostro estaba un tanto feo a causa de sus lágrimas —No cambiaré quien soy, ni mentiré, porque en esta vida yo soy ALEJANDRA SANTANDER. ¡LA BASTARDA! — Se levantó dispuesta a rehacer su vida en aquel convento, y a cumplir su promesa, porque, aunque la pisaron no la aplastaron. 

La BastardaWhere stories live. Discover now