Capitulo 5: Expedición

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Saúl estaba acostado en la cama de Mauricio mientras él veía su computadora.

—¿Se puede usar maquillaje en las manos? —preguntó Saúl.

—Se puede, pero se cae muy rápido porque las manos sudan y tienen más contacto con cosas que la cara —respondió Mauricio centrado en su computadora.

—Sabes mucho de eso ¿no? —Saúl miró a Mauricio elevando su pecho y recargándose sobre su brazo derecho.

—No mucho.

—¿Te gusta? —Saúl comenzó a notar algo.

—No lo sé —dijo Mauricio colocando solo su audífono izquierdo.

—¿Te gusta el teatro? —Saúl sonrió.

—Tal vez —Mauricio tragó saliva.

—Si te gusta, estás escuchando Vaselina —Saúl se sentó al borde de la cama y sacudió la suciedad de sus zapatos del cobertor—. ¿Y qué tiene si te gusta? —dijo Saúl viéndolo.

—¡Nada! no lo sé, solo deja de preguntar por favor —Mauricio se acomodó en la silla después de exaltarse— ¿qué pasó en realidad? El viernes, hace 4 días.

—¿Así que yo no te puedo preguntar nada? ¿Pero tu sí? —preguntó indignado.

—No, no es eso, es más complicado... dime, dime que el castigo de un mes sin salir valió la pena. —rogó Mauricio.

—¿De verdad te castigaron? —Saúl quedó algo sorprendido.

—Un mes, llegamos a las 2 de la mañana y me fui a las 8 no sé que esperabas; Si decía que estábamos en el hospital ya estarías con la cola entre las patas y de regreso a tu casa.

—Saúl contó la historia medianamente detallada, sin mentir y sin titubear, aún era un recuerdo vivido—. Fui un fracaso, sentí miedo y... hace mucho que no lo sentía.

—Eran 8 weyes con armas, chalecos, y un bastón de electrochoques; esta bien fracasar, y no fracasaste ya sabes más, no te pidas tanto, no estás hecho de acero —Mauricio apoyó a Saúl.

—Si veo a la tal Marcia en la calle, sabré quien es —dijo viendo sus dedos recordando y gozando la gran cicatriz que dejará en el rostro de esa mujer.

—¿Estaba bonita? —preguntó Mauricio.

—Parecía actriz de Televisa —respondió mientras recordaba—. Oye, necesito que le robes todo a tu maestro —dijo con dificultad— sé que pido mucho, pero saben demasiado, y temo que tu maestro esté relacionado con ellos.

—Lo sabía, ayer que lo pensé me sentí un pendejo, pero lo sabía —dijo Mauricio victorioso.

—Es una suposición, no estoy 100% seguro; lo que traigas será de ayuda.

—Veré que puedo hacer —dijo pensativo y preocupado.

Una notificación llegó al celular de Mauricio, el sonido fue algo peculiar, no era el típico timbre sinfónico, era diferente; Saúl ya había escuchado ese sonido antes en una persona de su casa. Mauricio se puso frió y nervioso, le pidió a Saúl que saliera, este no entendió por qué el miedo, tuvo que obedecer, se quedó recargado en la puerta de su habitación escuchando a Mauricio teclear continuamente.

Durante los tiempos entre-clase Mauricio no soltaba su celular, llevaba alrededor de un mes haciendo eso; a sus amigos ya les resultaba preocupante, ellos sabían lo que hacía, y por lo mismo temían por él. El lugar donde Mauricio entraba la mayor parte del día no era precisamente lo que buscaba, pero él mantenía cierta esperanza.

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