Capítulo 22

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-¿Edgar? -Su madre lo llamó del otro lado de la puerta del baño-. ¿Todo bien?

-Sí, sí, solo... -Un escalofrío lo estremeció de nuevo. Su espalda se arqueó. Parecía que su estómago se retorcía otra vez-. Ahora salgo -dijo sin aliento.

Se escucharon pasos salir de su habitación, luego el sonido de la puerta al cerrarse. Edgar soltó el aire que tenía en los pulmones y respiró hondo. No podía derrumbarse en ese momento, mucho menos en los próximos días.

Sylvia le había escrito días atrás, diciéndole que debían practicar esa última semana, todos los días. No habían sido muy constantes los últimos tres meses, solo una o dos veces a la semana, cuando aún tocaba hacer algunos arreglos. Tenía que hacer la coreografía en frente de ella, sí o sí. Ya no podía seguir grabándose en su cuarto. Sabía que tenía razón, pero la idea todavía lo intimidaba bastante. Lo aterraba, mejor dicho.

Pero huir no era una opción, no ahora. Aunque tampoco lo había sido en el pasado. Se lavó la cara, enjuagó la boca y cepilló los dientes antes de salir, sintiendo las piernas mucho más estables que antes.

Mientras se vestía, Edgar se preguntó cómo sería la mejor manera de decirles a sus padres. Significaría decirles todo al respecto, qué hacía en su habitación, por qué iba tan seguido a la casa de Sylvia, por qué iría de nuevo, todos los días... Tragó grueso, sintiendo que el corazón le daba un vuelco al salir de su cuarto.

Esta vez no podía esperar hasta el último minuto, por más tentadora que fuese la idea.

-Buenos días -dijo en voz baja al llegar a la cocina.

-Buenos días. -Su madre lo saludó con un beso en la mejilla. El olor a vainilla le hizo agua la boca-. ¿Te sientes muy mal?

-No, solo... Me desperté con el pie izquierdo. -Era una excusa pobre, estúpida, pero fue lo único que se le ocurrió en el momento. Luego le diría... En un rato.

-Menos mal que el desayuno es ligero. -Su madre le sirvió tres panquecas en el plato.

-¿Y papá?

-Sigue dormido, anoche no se sentía muy bien.

-¿Qué pasó? -La miró preocupado.

-Dolor de cabeza... Pero no es nada, cansancio acumulado, ha estado trabajando de más.

-Pero...

-No es nada, Edgar. -Aquello no lo terminó de convencer, pero tampoco dijo nada-. Avísame cuando estés listo para llevarte.

-Okay.

Comió en silencio, pensando en cómo decirle a su madre que... Carajo, era difícil hasta pensarlo. Tiempo atrás, era mejor no hacerlo, simplemente decir las cosas de golpe, sin pensar las palabras, y dejar que las cosas se fueran dando, pero esta vez había muchos temas entrelazados...

Podía escuchar las preguntas con claridad.

¿Baile? ¿Música? ¿Pero y qué pasó con Idiomas? Tampoco se sentía algo muy... Masculino. ¿Quién quiere imaginarse a su hijo dando vueltas en un escenario? Mejor si él fuese el músico y Sylvia la bailarina, ¿o no? Eso era lo normal.

¿Quién quiere ser uno más del montón?

Las palabras de Sylvia sonaron en su cabeza, como si de un relámpago se tratara.

No recordaba la primera vez en que salió solo de negro, y en realidad no había una fecha específica en que celebrara su "aniversario gótico". Había sido un proceso desde que tenía uso de razón.

En realidad, siempre había sido así, leyendo cuentos de miedo en la librería y viendo películas de terror cuando era niño que no lo dejaban dormir en las noches, buscando leyendas de espantos y espíritus cuando llegó la primera computadora a la casa, que estaba en la sala para que todos la pudieran usar.

Alterno NervaWhere stories live. Discover now