Capítulo 1

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La mañana siguiente fue mucho más calmada en comparación con su noche, como solía pasar cuando tenía uno de sus episodios. Lo primero que hizo al despertar fue revisar sus heridas, esperando no encontrar manchas en ningún lugar, pero ya había pasado tanas veces que Edgar sabía tratar los cortes de manera que sanaran sin problemas. Ni siquiera le quedaban cicatrices.

Con un suspiro que no se preocupó por interpretar, Edgar se levantó y fue hasta el baño, ignorando los recuerdos que aparecieron en su mente tan pronto cruzó la puerta. Concentrándose en su reflejo pálido, enmarcado por el cabello negro, se lavó la cara antes de salir a desayunar. La casa estaba en silencio, pero seguramente sus padres solo se habían levantado tranquilos.

Tenía la ropa preparada cuando salió del baño. Lo hacía todas las noches, lo suficientemente temprano como para tenerla lista antes de un episodio si es que llegaba a suceder. Ordenar todo lo ayudaba a calmarse cuando sentía que sus emociones se descontrolaban. Así mantenía la mente clara y el corazón en calma. A veces.

Se sentía extraño tener un uniforme distinto al que había usado el año anterior, y aún no se acostumbraba a vestir una chemise marrón. Era su segundo año con ese color, y también el último. El pantalón le quedaba un poco más suelto, así que lo apretó más de lo normal, y la chemise también se sentía holgada, pero solo un poco. Nada de lo que preocuparse. Se puso una muñequera negra para tener algo de ese color, además de los zapatos.

Se puso las medias rayadas mientras miraba la hora. Tenía tiempo de sobra para desayunar, revisar una vez más que todo en su bolso estuviera bien, e irse caminando. El día parecía estar igual de tranquilo que el ambiente en su casa, con el cielo nublado y también ventoso, a juzgar por la forma en que se movían las ramas.

Era justo el tipo de días en los que se sentía más calmado, a pesar de que percibía todo con más intensidad. Edgar se miró al espejo ya vestido. Las ojeras no se notaban mucho. Quizá fuese un buen indicio, una manera de pensar que sería una buena mañana, tal y como esperaba. Los ojos no lo delataban. Movió las piernas con más brusquedad que de costumbre, pero las heridas tampoco parecían responder. Sentía un poco de picor, una molestia mínima, soportable. Todo parecía estar en orden.

Se consiguió con la típica escena del desayuno estadounidense que recordaba de las caricaturas cuando fue a la cocina. Su madre preparando algo en las hornillas, su padre leyendo el periódico, y la televisión encendida aunque nadie parecía prestarle atención.

-Buenos días, mi vida. -Su madre se dio la vuelta, dejando por un segundo la sartén.

-Buenos días. -Ángela le dio un suave beso en la mejilla.

-¿Todo listo para hoy? -Edgar envidiaba los ojos verdes de su madre, mucho más vivos que los de él. El cobrizo brillante de sus rizos resaltaba aún más la diferencia.

-Digamos -sonrió de inmediato. Su madre era de esas personas que le contagiaban el buen humor a cualquiera en tan solo unos segundos. Siempre tenía una sonrisa en la boca, brillo en los ojos y una actitud positiva-. Creo que sobreviviré.

-Payaso -dijo ella dándose la vuelta-, mejor siéntate, que ya va a estar listo el desayuno.

-Buenos días, pa' -saludó a su padre antes de sentarse.

-Buenos días. ¿Dormiste bien? -Aunque nunca soltaba el periódico en la mañana, Roger lo dejó a un lado, cosa que extrañó al muchacho.

-Sí, supongo.

-¿Vas caminando hoy o prefieres que te lleve?

-Quiero caminar, mañana me llevas mejor.

-¿Tienes tu horario, tus cuadernos, todo?

Alterno NervaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora