—Se supone que lo estoy haciendo ¿o no? Debería entender que lo he estado ignorando por más de dos semanas.

Caminamos juntos a la salida del departamento y entramos en el ascensor. Emilio me miró con una mueca.

—Creo que no está entendiendo el mensaje, el pobre chico debe estar torturándose con sus pensamientos porque su sexy novia lo dejó de hablar de un día para otro ¿Lo entiendes, Kaira?

Solté un enorme suspiro y asentí.

—Es que odio tener que dañar a alguien más porque...El fallo es mío, no entiendo por qué me aburro tan rápido de mis relaciones, ¿es que hay algo malo conmigo?

—No lo creo, Kaira. Solo no has encontrado esa persona que te llene, además que escoges a puros imbéciles.

—Oye, yo te di ese consejo—le pegué una palmada—. No me lo robes y mira quien lo dice, tú tampoco has seguido mi consejo.

Entramos en su auto y él se echó gotas en sus ojos antes de prender su auto. Me observó con una enorme sonrisa.

—Así es la amistad: tú me das consejo y supuestamente tengo que seguirlo, pero tú tampoco aplicas tus propios consejos en ti misma y yo tampoco—bromeó.

Solté una risa, porque era cierto que uno da consejos, pero uno mismo no lo aplica en su vida. Emilio arrancó y salió rumbo hacia la universidad observando las calles de Madrid y cómo la gente camina apurada de un lado a otro.

Veinte minutos después nos bajamos del auto y caminábamos por la universidad, se podía ver a los novatos con los mapas buscando su sala de un lado a otro. Emilio se despidió de mí y dobló a la izquierda y, comencé a subir la escalera, en ese momento alguien se me interpuso. Levanté la mirada y vi a Damián con una enorme sonrisa.

—Hola, Kaira, ¿Cómo estuvieron tus vacaciones?

Puse mi mejor sonrisa antes de contestar:

—Todo tranquilo ¿y las tuyas?

Intentó pasar, pero él se movió tapando de nuevo el camino. Observé Damián era el chico más guapo de la universidad, era moreno, ojos azules, pelo rubio con un buen cuerpo trabajado en el gimnasio.

—Muchas fiestas, playas y gimnasio—me mostró una hermosa sonrisa.

—Qué bueno. Disculpa, pero tengo que ir a clases—le dije amablemente.

Él se movió, pero comenzó a caminar a mi lado y comenzó a contarme lo increíble que lo había pasado en sus vacaciones y muchas cosas más que no le tome importancia. La verdad es que apenas podía llevarlo el ritmo y en este momento la cerámica del piso me parecía más interesante que escucharlo o tal vez era porque estaba algo volada.

—Te extrañé, Kaira—me dijo cuando entramos a la sala.

Lo observé y una risa se escapó de mis labios.

—Damián, has intentado esto por dos años, no caeré por ti guapo.

Caminé hacia un puesto vacío y había un chico vestido absolutamente todo de negro haciendo resaltar aún más su piel blanca y sus ojos cafés, tenía la barbilla bastante marcada. Nunca lo había visto antes, me senté a su lado.

—¿Estás segura? —Preguntó Damián apoyando sus manos en mi mesa. Le mostré mi mejor sonrisa y asentí con mi cabeza—. No quieres sentarte conmigo para que hablemos y no con un extraño que no conoces.

—No guapo, me quedaré aquí—observé al chico quien estaba escuchando música con sus audífonos—. Y correré el peligro de sentarme con un extraño—le guiñé un ojo.

Insuperable EfímeroWhere stories live. Discover now