Capítulo Cuarenta y siete

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En los últimos días

1/3

Pretendo dedicarles los caps finales, Darlings. Tonces, si quieres ver tu nombre al inicio de los próximos capítulos comenta un ❤ y eso es todo. Sin miedo, no muerdo :3

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Khaisie

No nos dimos cuenta enseguida que Camille había desaparecido.

Pasaron un par de horas.

Y un par de cosas.

Ese mismo día en que Haiden escogió a sus primos sobre mí decidí acompañarlo en el hospital a pesar de mi indiscreta amargura hacia él. Lastimosamente, ningún enojo era suficiente para dejarlo solo. Lo amo. Lo amo hasta la locura...

Llegué al hospital a eso de las ocho de la noche, con unos bagels calientes que Nolan enviaba para Haiden. En la sala de espera, un montón de chicas, como avispas, intentaban picar a la recepcionista con cara de pocos amigos que golpeaba su lapicero contra la mesa.

-Señoritas, basta, basta ya, por amor a Dios-se quejaba-¿se dan cuenta de lo que dicen? ¡Como todas ustedes van a ser novias de esos muchachos! ¡Son como cien!

Me colé entre las chicas suplicantes, empeñadas en sus falsos noviazgos con los Evans y le sonreí a la recepcionista:

-Soy Khaisie Moore, novia de Haiden Evans-la mitad de ellas me gruñó-¿En qué habitación está?

-¡Otra novia más!-me recrimina, rodando los ojos, y revisa una pequeña hoja en su mesa-. Bueno, al parecer tu eres la auténtica afortunada. Se me ha ordenado dejarte entrar. Segundo piso, habitación siete-dice, nada gentil.

Mis ojos brillan con ternura. Haiden sabía que vendría a hacerle compañia.

Odín, amo mucho a Haiden Evans, ¿ok?

Me encaminé al ascensor con un increíble sentimiento de pertenencia. Es mío, montón de niñatas, mío. Me pongo mi traje de gladiadora invisible mientras las chicas me miraban con muecas furiosas y destructivas. Les saco el dedo medio antes que las puertas del ascensor se cierren.

Al llegar a la puerta de la habitación número siete decido no entrar al instante. Oculté mi cuerpo con la madera de la puerta, de modo que tenía una vista perfecta del interior. Los tres Evans estaban despiertos, iluminados solo con la luz del televisor.

Vi a Heron con ropa de hospital y la espalda apoyada en el metal de la camilla, demasiado lindo con sus pecas y los ojos celestes pacíficos; Hyson estaba en una silla junto a él, imponente, guapo en exceso a pesar de las ojeras diminutas bajo sus ojos por la falta de sueño; Haiden, del otro lado, también reposaba en una silla junto a la camilla, con el cabello castaño apasiguado por un cintillo de futbolista y su perfecta sonrisa. La habitación era blanquesina, con aroma a rosas marchitas en el que solo había un canal para matar el tiempo.

Un canal ruso.

Y sin subtítulos.

A los pies de Heron se hallaba una gran bandeja de doritos. Cada uno metía la mano, lanzaba al aire la golosina y realizaba malabares para que no cayera al piso. Visiblemente, jugaban, y hasta ahora, nadie resultaba perdedor.

-¡Me debes estar jodiendo!-Hyson estaba a punto de caerse de la silla de tantas risas-¿Fuiste tú?

-Y Hope-responde Haiden, que también se doblaba en carcajadas-. Se nos ocurrió que podría ser divertido meterte una serpiente de juguete en el pantalón esa tarde en el campamento. De haber sabido que gritarías y te bajarías los pantalones con todo y ropa interior...

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora