Capítulo Veinticinco

218 19 1
                                    

El que mate a Hyson primero gana

□□□●□□□

Haiden

Un incómodo silencio se acentuó en el auto mientras todos intentabamos asimilar que diantres había ocurrido. Era la primera vez que presenciaba un tiroteo, y sin dudas la primera vez que veía la vida abandonar a las personas, y la parte que más me impactaba era que mi propia familia, que dormía a una habitación de la mía, resultó la responsable de este desastre.

Rebusqué en mi mente para recordar cuando Heron presentó indicios de semejante comportamiento y no encontré nada más que recuerdos incompletos. Luego pensé en Hyson, que a pesar de amenazar a todo el mundo a cada rato no había acudido a las acciones todavía...¿o me equivoco?

El gélido silencio digno de un funeral me saca de mis pensamientos. La furgoneta, cargada de agujeros de bala y cajas de drogas avanzaba lentamente por la carretera desolada, y detrás de nosotros se apreciaba a la perfección el humo, el fuego, la muerte y la venganza que dejamos atrás.

Heron a mi lado, inhalaba el humo de su cigarrillo y lo expulsaba en aros a la carretera, mientras la chica asiática se sostenía junto a Hyson, que extrañamente, no intentaba ofender a nadie. Se mantuvo callado y ausente todo el camino, mirando por la ventana con absoluta fijeza, los ojos azules clavados en las áreas verdes y el cabello rubio impregnado en diminutas gotas rojas, símbolo de la sangre de su amigo, la prueba de que todo era tan real como los siete días de la semana.

Eso me descoloca.

Roma no merecía ese final. A pesar de no haberlo conocido como me hubiese gustado pude ser testigo de su carisma palpable, la amabilidad innegable y sobre todo de su fidelidad a Hyson. Sé que ambos se soportaban porque se querían.

Kay se aferra a mi brazo con fuerza y luego yo rodeo su cintura. Sé que ambos estamos pensando en Roma. Nolan, que ya bastante silencio a soportado, mira a la chica nueva como si fuera un dulce algodón de azúcar.

-Hola, hermosa dama-dice Nolan en tono caballeroso, besando su mano con elegancia-¿Cuál es su nombre?

La chica resultó llamarse Pam y era nada más y nada menos que la acosadora que nos tomó fotos a Hyson y a mí cuando llegué a Asheville.

-No-fue lo que Pam contestó, inalcanzable.

-Corto, fácil de pronunciar y sobre todo único-Nolan sonríe-. Me gusta.

-Tengo un pretendiente-insistió ella.

-¿Y eso qué?-replica Nolan-. Yo quiero estar contigo no con él.

-Nolan es un excelente partido-le ayuda Kay, que no podía vivir en paz si no defendía a su amigo-. Lo tiene todo, tú te lo pierdes.

Pam puso los ojos en blanco.

Llegamos a la Mansión y las respiraciones aliviadas brotaron como un segundo viento. Estacionamos la camioneta en la parte trasera, entre la piscina y la casa de huéspedes. Todos sucios bajamos de la furgoneta con el mismo silencio revolviendo nuestro cuerpo hasta que Pam habló:

-¿Qué hay de mí?-le pregunta a Hyson.

Mi primo la mira con semblante obstinado, luego con uno de verdadera molestía.

-Nada-contesta con sequedad-. Ve a tu casa, Pam.

-Pero...-la chica tenía un nudo en la garganta-¿No me ibas a dar un beso por ayudarte?

¡Por oprah encadenada! ¿todo esto solo por un beso?

-Si ganábamos, pero como ves, perdimos. Ya vete.

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora