Susurros del pasado

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El sol de Nueva York brillaba en lo más alto del cielo, los edificios y las tan concurridas calles de esta ciudad me daban la bienvenida. No me había dado cuenta que los más grandes cambios de mi vida habían ocurrido tras las cuatro paredes de mi departamento. Realmente me había hecho falta sentir el aire, el sol acariciar con tibieza mis mejillas, ver el mar, la estatua de la libertad alzándose majestuosa en su pedestal.

Ahora valoraba más el tiempo que te entregabas a ti mismo y la importancia del mismo.

Me sentía un poco arrepentida con mis padres, no debí haberme ido como lo hice después de que ellos viajaran hasta aquí, pero algo me decía que a partir de hoy pasaría mucho tiempo a su lado, y eso me hacía feliz. Aunque era consciente de que también complicaría un poco las cosas.

La vida era sorprendente; en un segundo podías tener todo bajo control y al siguiente simplemente se te escapaba de las manos...

En cuanto a Yun... No quería que se metiera en esto, no tenía absolutamente nada que hacer allí, su presencia se convertiría más en una molestia que en una solución a estas alturas. Y sí, lo quería, no podía negarlo, no podía apagar mis sentimientos hacia él de un momento a otro, pero en este instante simplemente necesitaba sanar, y creo que la distancia me permitiría hacerlo.

Me senté en una pequeña banca desde donde podía ver el mar y varias personas transitar. Solté a Bonnie para que pudiera correr a su gusto y simplemente me desconecté de esta realidad abrumadora que en ocasiones parecía carente de sentido.

Suspiré mientras la visión del mar se llevaba consigo mis preocupaciones y el sonido del agua arrastraba consigo el pasado que ya no me pertenecía.

Varios fans que me reconocieron se acercaron a saludar, no me molestó en absoluto, pero de alguna manera el acto trajo consigo nostalgia. Sabía que en Corea tendría que enfocarme en asuntos mucho más grandes que estos, y saberlo me hacía atesorar estos instantes con mucha más conciencia. Tal vez, si lograba que todo saliera bien, volvería a vivirlos de nuevo...

Disfruté de las fotos, los autógrafos, el amor de las personas. No necesitaba millones de admiradores para ser feliz; aquellos que me reconocían de este modo me hacían sentir verdaderamente especial. Siempre me había agradado el contacto y la cercanía con las personas.

Bonnie se recostó a mi lado, así que ahora nos encontrábamos ambos mirando hacia el mar.

—Mamá no te dejará solito —Acaricié a mi pequeño, era toda mi vida y me aterraba abandonarlo. Tendría que asegurarme de vencer esta horrible maldición o de lo contrario, su vida cambiaría —. Espero que todo salga bien...

—La conversación con tu perro parece profunda... —La voz de Leah se alzó claramente a través del ruido.

—¿Te sorprende? Ellos son perfectos para escuchar todas tus preocupaciones... —repliqué.

—El pobre de Bonnie debe tener sobrecarga entonces —Se sentó a mi lado acariciando a mi perro el cual agitaba su colita saludándola con entusiasmo.

—No te voy a decir lo contrario.

—¿Estás bien? —Su expresión se convirtió en un gesto de preocupación y supe de inmediato que me hablaba en serio —. Sé que eres una mentirosa increíble, Amelie, pero a mí no me engañas, puedo apostar que algo está ocurriéndote, lo cual es completamente comprensible dadas las circunstancias.

—Me agrada saber en qué concepto me tienes, amiga —comenté con ironía  —. Pero tienes razón, no puedo estar muy bien cuando sabes a la perfección todo lo que está ocurriendo.

—No quieres irte del país, ¿no es así?

—No se trata únicamente del país, Leah... Es todo... la leyenda, el ángel, la maldición, buscar un pergamino... Suena al argumento de una novela de fantasía. No concibo que esté sucediendo algo así en mi realidad —Bonnie regresó a mi regazo y acaricié su pelaje mientras me desahogaba—. Mis padres son parte de esto de una manera que jamás llegué a imaginar, y resulta ahora que tengo novio...

Almas y EstrellasWhere stories live. Discover now