Mágica realidad

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AMELIE

Desperté varias veces en la noche. El cobertor sobre mi cuerpo elevaba mucho más mi temperatura corporal. Habían pasado casi cuatro horas desde la pesadilla y la fiebre no parecía desaparecer.

Giré hacia el reloj de mi mesa de noche, y me di cuenta que eran las siete de la mañana. Hoy también tendría que pedirle un día de permiso a Yun, puesto que no me encontraba bien. Me inquietaba un poco que llevara casi una semana en tan mal estado, y sobre todo que estuviera faltando tanto al trabajo.

No sólo era escritora, también daba talleres de escritura a las personas que decidían inscribirse a los cursos que la Editorial ofrecía. Eran exitosos puesto que mi popularidad hacía que los cupos se vendieran bastante rápido. Por ahora estaban cerrados debido a mi actual situación de salud, pero pondría todo de mí para mejorar y continuar con mis deberes.

Abracé a mi pequeño y me levanté de la cama preparándome para ir a la cocina a alimentarlo y darle su primer paseo matutino. Justo en aquel momento Leah abrió la puerta de mi cuarto. Había cansancio en su mirada y me sentí culpable de inmediato.

Fruncí el ceño cuando la vi aun usando su pijama, ¿por qué no estaba lista ya? Se supone que tendría que trabajar.

—No me mires de ese modo Amelie, hoy pasaremos el día juntas, ¿creíste que iba a ir a la Editorial después de una noche casi en vela y contigo en ese estado? —Me señaló de arriba abajo—. Acércate, necesito ver si la fiebre bajó.  

—No lo hizo —Hice lo que me pidió con Bonnie aún en mis brazos, mientras ella me tocaba la frente—. Pero no te preocupes, estoy bien.

—Seguramente dices eso porque no te has visto al espejo —Leah abrazó a Bonnie—. Le daré su comida, si gustas date un baño mientras te preparó el desayuno y llevo a este amiguito afuera para que pueda hacer sus cosillas.

La miré, se veía extrañamente tranquila, lo que me hacía pensar que algo estaba ocultándome. Leah funcionaba siempre al revés, cuanto más sosegada estuviera, más sumida en algo estaba, y ese "algo" generalmente no era positivo.

Decidí entonces ir a ducharme, seguro despejaría un poco la fiebre, o por lo menos me ayudaría con ella. Cuando terminé de realizar todo mi arreglo personal, me dirigí a la cocina donde mi mejor amiga me tenía un desayuno digno de un rey: tostadas francesas, granola con trocitos de banana, manzana y fresas, al lado una taza de té verde. Me sentía tan débil, pero tan feliz...

Al final del día, cuando tu corazón se encuentra afligido, es donde descubres las verdaderas joyas que te ayudarán a brillar cuando tu luz se apague. 

Comí contenta, con la cabeza palpitándome, me dolía muchísimo producto de la fiebre. Leah se había ido con mi perro, por lo que me encontraba sola en casa. No era una muy buena idea puesto que no deseaba pensar en mi pesadilla. Tomé el celular y marqué nuevamente el número de Karan. El teléfono aún no daba tono, iba a continuar sin noticias sobre él. La angustia volvió y mi estado de calma se vio alterado una vez más. Una corriente atravesó mi pecho, la fuerza pareció lanzarme al suelo con estrépito. Llevé las manos hacia mi corazón, como si así pudiera protegerlo del dolor. Me estaba encogiendo de nuevo, me costaba respirar.

Apreté mis párpados, millones de imágenes se agolparon en mi mente, pasando rápidamente. Visualicé a una mujer con ropa de distintas épocas, pude verla vestida con trajes de la era medieval, en otra lucía una falda hasta los tobillos, un blazer y un enorme sombrero...

Emily
Amelia
Amy
Emilia

Nombres, varios nombres daban vueltas en mi cabeza, ahogándome, mareándome. Las fotografías que parecían retratos viejos seguían girando, hasta que se fueron deteniendo poco a poco y ahora se sobreponían, una sobre otra, con la diferencia de que esta vez podía ver los rostros de aquellas mujeres con claridad: Todos eran distintos, cada uno de ellos, pero sus ojos eran... eran verdes miel como los míos, exactamente idénticos. Las imágenes seguían apilándose hasta llegar a la imagen de mi cuerpo actual.

Almas y EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora