The light in my darkness

Prefacio

                                                  (06 de octubre)

Un bosque oscuro y frondoso, se levantaba detrás de mí. Árboles de todos los tamaños, y de todas las edades. Algunos más caídos, otros fuertes e imponentes. La mayoría parecía chocar contra las espesas nubes.

El cielo estaba oscuro, y el viento corría sin vergüenza alguna. Me senté en un banco destartalado que había entre dos árboles longevos, llevaba unas cuantas horas caminando sin parar y sentía mis piernas dormidas. Miré el cielo, cruzando ambas piernas delante de mí. La niebla de mi alrededor me impedía ver más allá de mis narices. Tragué saliva.

El sonido de una rama rompiéndose, me sobresaltó. En el último tiempo se habían producido una serie de asesinatos por la zona, mi padre, había sugerido que cambiara mi ruta, pero no podía, los bosques eran una tentación peligrosa.

—¿Quién anda ahí? —Mi corazón comenzó a latir con grave velocidad.

La niebla se disipó un poco, y pude vislumbrar una figura femenina, abriéndose paso ante el espesor. Movía sus caderas exageradamente, y sus pasos eran seguros. Sabía exactamente hacia dónde se estaba dirigiendo y eso aumentó mi preocupación.

—Dante... —un susurro lleno de dulzor inundó por completo mis oídos.

Cerré los ojos un momento, concentrándome en aquella armoniosa voz. No contesté.

—Sé lo que te atormenta, Dante. Sé lo que hiciste. Conozco tus pecados, Dante Di Marco, conozco todo acerca de ti.— La dulce melodía, danzaba sobre mis oídos, era hipnotizante.

—Es a causa de tu pecar que vivirás años de martirio... No sentirás nada que llene tu corazón, no podrás sentir felicidad, ni temor, y mucho menos amor. No sentirás las cosas bellas que tiene vivir. No hasta que te des cuenta de cómo eres, y qué hiciste para convertirte en lo que serás.

Contuve el aliento, pero no procesé sus palabras, tan sólo suspiré una vez más, inhalando el aroma embriagador que desprendía aquella mujer.

—Olvidarás esta conversación... Y todo lo que te hace feliz, ya no lo hará más. Te aburrirás de las mujeres, de tu familia y de ti mismo. Llegará un momento en el que querrás acabar con tu miserable vida, pero seguirás adelante gracias a las únicas emociones que te otorgaré: tristeza e ira, disfrútalas.

Abrí mis ojos, esperando salir del trance en el que me encontraba. No había nadie, no había rastro alguno de la mujer dueña de la voz celestial. Me encontraba sólo en medio del bosque. El viento azotó mi cara y un último murmullo atravesó mis tímpanos violentamente.

—Sólo quién lleve mi sangre podrá romper la maldición que cayó sobre ti, sólo aquella persona podrá hacerte cambiar y reflexionar acerca de ti mismo. Tendrás vidas eternas, que no recordarás, y volverás a sentirte fuera de lugar, una y otra vez.

La niebla se extinguió cómo si nunca hubiese estado allí, y la luz del amanecer se deslizó a través de los grandes árboles.

Mi cabeza ardía, las entrañas se me retorcían, y las cuencas de mis ojos parecían estar por reventar. Cada respiración que daba me parecía más pesada que la anterior, y mi cuerpo se encontraba cada vez más adormilado.

Los tímpanos me sangraban, sentía que mi interior se derretía. Caí de rodillas en el lodo, me agarré la cabeza con ambas manos y grité, hasta que mi garganta también ardió. Mi cuerpo estaba en llamas, sentía que cada gota de mi ser, se estaba quemando. Debería haber cambiado de ruta cuando pude.

Exhalé una vez más, antes de caer por completo en el fango, sabiendo que tal vez, en esta vida, no volvería a despertar.