Esta breve historia está basada tras el final de la tercera temporada de Castlevania Netflix y enfocado en el personaje de Alucard.
Creo que no soy en absoluto la única que se quedó con un ligero sabor agrio en la boca al ver que el hijo de Drácula...
Dos esqueletos empalados flanqueaban la puerta de su casa. Era una declaración de intenciones directa, dejaba claro que allí no se requería la visita de nadie.
Los aldeanos y la gente de los pueblos cercanos lo sabían. Allí vivía el hijo de un monstruo, uno con el que las madres de los niños solían jugar, lo utilizaban como villano en sus cuentos para adoctrinar del peligro que podían encontrarse sus hijos si osaban adentrarse en el bosque curiosos. Estaba prohibido.
Los ancianos, sin embargo, no temían llamarlo por su nombre, quizá la edad, más cerca de la muerte que de la vida, les otorgaba la valentía suficiente como para mencionarlo: Alucard. El hijo de Drácula, ni humano ni vampiro, una mezcla de ambos, pero que vivía allí, en el castillo abandonado de Vlad Tepes. La construcción estaba situada en medio del bosque y lo que quedaba, ahora derruido, de la antigua biblioteca de la familia Belmont, un edificio sin tejado, agrietado y del que nadie parecía preocuparse. Todo el saber de una gran familia se había perdido ahí, y con ello, el nombre de un viejo diablo.
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Cada amanecer hacía la misma rutina. Se levantaba con el primer rayo de sol, se vestía y desayunaba. Después, salía de su casa, entrenaba, después iba al arroyo, lavaba la ropa y regresaba al interior del castillo para preparar los alimentos con los que haría su próxima comida.
Cuando terminaba de comer, algunas veces salía de nuevo y en el claro del bosque, entre su casa y el resto de lo quedaba de la de los Belmont, entrenaba una segunda vez con su espada hasta que caía el sol. Luego, volvía al interior de la casa, para leer, unas veces la lectura provenía de la biblioteca de su padre, otras de la de su madre y en algunas ocasiones, de los viejos libros que cogía prestados de la familia Belmont.
Las velas, esos libros y algo de vino eran su única compañía, no necesitaba ni quería nada más. Así todo era mejor, nadie se podía acercar a él. Todos querrían lo mismo: alguna conveniencia oportunista, darle caza para alardear de una rica recompensa o cualquier otra intención negativa.
Ya no tenía amigos, si es que alguna vez los tuvo. Es cierto que, más de una vez, había reconocido que quizás un Belmont y una oradora, Trevor y Sipha, en su día, él los pudo considerar casi eso, pero... ahora... Ahora dudaba incluso de aquella amistad. Tampoco quería tener amigos... ¿o sí? Todavía guardaba en el cajón de su mesilla de noche como recuerdo del pasado dos muñecos harapientos, medios descosidos. Menuda depresión, qué amargura fueron esos meses. Pero luego mejoró, ellos... Ellos lo mejoraron, le devolvieron la sonrisa, le hicieron compañía para borrársela cuando lo traicionaron aquella fatídica noche de insomnio.
El Alucard lo llamaron la primera vez, el anti-Drácula. Aún se acordaba cómo sonó su carcajada irónica, seca y sin alegría. Él, quien era hijo de aquel cruel y obsesivo Conde, había dado muerte al diablo, al mal que caminaba por la tierra y que deseaba el fin de la humanidad. Su padre.
Esa hazaña lo perseguiría de por vida. Hazaña. ¿Qué hazaña era matar a tu propio padre? Qué sentimientos encontrados le causaba todo ese asunto.
La vela estaba casi consumida y ya había leído varias veces la misma frase del capítulo que estaba leyendo. No conseguía concentrarse más. Cerró el libro, cogió el apagavelas para ahogar del todo la llama del candil y se levantó de su sofá.
Puedes leer mi otro proyecto de escritura si te gustan los vampiros! El chico de la jaula de murciélagos: https://www.wattpad.com/story/304827040-el-chico-de-la-jaula-de-murci%C3%A9lagos
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