Mi Dulce Chico: Parte I

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Mi Dulce Chico;

Parte I:

Dí una calada a mí cigarro ignorando el vigoroso bullicio de aquella energética fiesta. Permanecí en el mirador, sin apartar los ojos de la gélida noche que se encontraba al exterior, precisaba tomar aire primeramente de tornar el someterme a la fogosa temperatura en el interior del lugar.

En una grácil sacudida tiré la exuberancia de cenizas que se acumulaba en el otro extremo del cilindro de nicotina que sostenía entre mis dedos, liberando, sin prisas, el humo que había calado del mismo. Observé la hora desde el reloj de mi muñeca, once y tres minutos. Habíamos quedado con el castaño de vernos a las diez cuarenta y cinco, estaba seguro de que me encontraba en el lugar correcto, pues, era el único mirador; exhalé impaciente, cambié mi posición, esta vez, dándole la espalda al apagado paisaje con la esperanza de encontrar al idiota de mi amigo.

Rezongué sumido de irritación al chocar, hastío, mis ojos con los del ya particular hombre de cabellos lacios y ojos oscuros, ¿Cuánto tiempo llevaba de mirarme? Persistí ahí, inanimado.

No fue necesario preguntar para saber que ya se encontraba totalmente ebrio, rodeado por abundancia de chicas escasamente vestidas; sus ropas estaban desaliñadas al igual que las cortas hebras azabache, dando una apariencia poco adecuada para el indiscutible motivo de la celebración.

¿Quién mierda lo había invitado?

Sin duda alguna, las mujerzuelas presentes arribaban con él. Su presencia me molestó innegable, no quería ningún lío que le partiera la cara en pequeños fragmentos.

No me permití amedrentar por su cínica existencia ni mucho menos por la manera tan violenta en la que me asesinaba con tan solo percibirme cerca de su panorama.

— ¿Cuántos piensas fumar? Te vas a morir por tanta porquería. — le escuché, poco antes de sentir la cajetilla ser arrebatada de mis manos. Alcé los ojos para visualizar el dueño de tan familiar timbre, quien había, a su vez, salvado a aquel tipo ser corrido del lugar a golpes. — ¿Vas a entrar? Los cócteles ya llegaron.

Sonreí al ver cómo notaba que la cajetilla ya estaba vacía y moldeaba un infantil puchero en su rostro, se me hacía tan extraño que estuviese tan abstemio en el tiempo transcurrido.

— En un momento voy, Shima. — Extinguí el pobremente consumido cigarro en un cenicero cristalino cercano a la puerta, el castaño se adentró nuevamente a la fiesta perdiéndose en la gran multitud, no antes, sin mascullar algo que gracias a los altos volúmenes de la música no ausculté. Abrigué mi zurda en el bolsillo de mis pantalones a causa de la fresca temperatura del exterior que provocaba que mis dedos se entumecieran por la falta de calor.

Regresé insistentemente la vista a Yune, este se había movido de su lugar, sin dejar rastro alguno del a donde se había encaminado. Ignoré su posible paradero, implorando en mis interiores que este fuera su casa. Me abrí camino entre los sudorosos y animados invitados que danzaban al movido ritmo del pop clásico, dificultándome la labor de llegar hasta la barra; al desempeñar mi objetivo, inspeccioné cuidadosamente el lugar en busca de mis castaños y azabache amigos; estos no se localizaban por la zona y la gran cantidad de personas no me ayudaban a identificarlos fácilmente, observé a la zona de las mesas; frente a mis ojos, vislumbré aquel juvenil varón a unos pocos metros de distancia el cual llamó mi interés misteriosamente. Sus ojos eternizaban aferrados, cautos, en la pérdida de Yune, mientras junto a copas de vino pasaba aquellos tragos amargos y llenos de cólera que desde hace dos años y medio inhibía de palabras entre su garganta. Supe que se trataba de su pareja, nunca le había visto, solo había oído de él y sus descripciones concordaban excepcionalmente con su físico.

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⏰ Última actualización: Jul 10, 2020 ⏰

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