Un informe desde mi corazón

1.9K 202 191
                                    

Mis dedos se movían sobre el teclado a una velocidad impresionante. Era como si... como si la inspiración hubiera tomado control de mis manos y las palabras fueran plasmándose, una a una, formando oraciones, párrafos y páginas que describían a Victor Benoist.

Tenía días escribiendo sin parar, describiendo al detalle como nos habíamos conocido, mi opinión inicial de él y cómo, poco a poco, fui cambiándola hasta llegar a enamorarme de ese hombre tan maravilloso en tan solo veintiún días. Si alguien leía ese informe, podría decir que me había vuelto loca y había perdido todo rastro de profesionalismo, pero la verdad era que me importaba una mierda. Así mismo, como lo diría él. Además, ese no era el informe que pensaba entregarle a Reedus.

Ese lo había escrito durante la primera semana después de finalizado el proyecto, y reflejaba lo que había logrado conocer de Victor, pero también había expresado allí lo que había aprendido de mí misma y el nexo que se había formado entre nosotros sin adentrarme mucho en su naturaleza.

El que estaba escribiendo y en el cual estaba inspirada, se lo entregaría a ese zorrito astuto en sus propias manos, después de la presentación. ¡Oh, sí! Esa era mi maldita flor imperial.

Quería que sus lindos ojitos leyeran sin detenerse cuán importante era él para mí y la visión que yo tenía de Victor Benoist.

Mi celular comenzó a sonar de repente, rompiendo mi burbuja de iluminación. Resoplé y lo agarré para ver quién diablos se atrevía a molestarme, pero al leer "Lobito sexy" en la pantalla, toda señal de molestia se difuminó.

—Entiendes que no ha pasado ni una hora desde que me dejaste en mi casa, ¿cierto?

Escuché su suave risa al otro lado del teléfono.

¿Qué te puedo decir, gatita? Aun no me acostumbro a que el proyecto terminó. —Al oír su resoplido, sonreí de nuevo—. Me hacen falta tus preguntas y nuestras conversaciones profundas.

—¡Nos vemos casi todos los días! —dije, riendo.

Allí está el asunto, en la palabra casi... —Volvió a resoplar—. Después de veintiún días se crea un hábito, cariño. Y el mío era verte.

Después de la pregunta veintiuno, ambos caímos en cuenta que ya no teníamos un motivo de peso que nos "obligara" a vernos todos los días, y por eso decidimos crearlos. Cada vez que podía, llegaba temprano al restaurante para pedir comida para llevar y me llegaba hasta GreenStone para comer juntos en su oficina, mientras que Victor, por su lado, había tomado la decisión de acercarme a casa cuando su horario se lo permitía porque no le gustaba hacerme esperar. Aunque debía acotar que a mí no me molestaba hacerlo si podíamos compartir esos minutos.

Incluso, a veces, él se quedaba a cenar conmigo en casa o nos lanzábamos a la aventura de descubrir restaurantes nuevos, una experiencia emocionante y entretenida sin lugar a dudas.

Las chicas decían que esas salidas podían clasificarse como citas y que debíamos pasar a la siguiente etapa que era el noviazgo. ¡Y yo estaba más que de acuerdo! Por eso estaba tan ansiosa de que llegara el día siguiente, porque así podría ser libre de decirle todo a Victor.

¿Estás nerviosa? —le escuché preguntar—. Mañana es el gran día.

¿Nerviosa por la presentación? Para nada. Ahora, ¿nerviosa por entregarle el informe completo a él? De solo pensarlo, me daba escalofríos. Pero si algo había aprendido de nuestra experiencia era que, si uno no arriesgaba, no ganaba. ¿Estaba tomando un riesgo al tratar de iniciar una relación con él? Sí. ¿Valía la pena? ¡Demonios, sí!

21 preguntas para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora