Sesión número 14

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Victor Benoist

Mierda, estaba agotado. El maldito proyecto de expansión de la empresa iba a consumirme hasta dejarme seco y lo peor era que no podía zafarme.

Mis obligaciones no solo se limitaban a dirigir la sucursal, también estaba al frente del proyecto expansión de GreenStone hacia nuevos horizontes por órdenes estrictas de mi padre, y por eso debía atender a los inversionistas japoneses y chinos que nos ayudarían a hacernos camino en Asia. El problema era que todas las reuniones eran en sus lenguas maternas y tenía que valerme de un intérprete, para poder comprender lo que decían porque ellos no hablaban inglés ni español, lo cual era inaudito. ¡Algo insólito en nuestra época!

Los encuentros eran interminables porque yo decía algo, el intérprete traducía, ellos decían algo y el intérprete me traducía a mí... ¡Ah, diablos! Masajeé mis sienes... cada vez que salía de una jodida reunión de esas, terminaba con un dolor de cabeza que hasta mareo me provocaba.

Por fortuna, las negociaciones con los japoneses habían finalizado con éxito, pero aún me faltaban los chinos. Por lo menos de ese idioma conocía algunas frases... ¿Para qué me engañaba? Solo sabía saludar, despedirme, pedir disculpas y preguntar dónde estaba el maldito baño. Debí escuchar a mi madre cuando me dijo que aprendiera chino en vez de ruso.

—Espero que el condenado intérprete no se quede en la luna como pasó hoy.

Iba a tener que tomar un intensivo de chino para poder entenderles cuando me tocara ir a su país en dos meses. No me gustaba depender de un tercero en asuntos tan serios.

Solté un suspiró y me dejé caer en mi cómoda silla. Necesitaba relajarme un poco, tenía los hombros demasiado tensos y la cabeza estaba por explotarme.

Miré la hora en el reloj que estaba sobre mi escritorio: las dos de la tarde. Una vez más se me había pasado la hora del almuerzo, pero ¿qué podía hacer? La maldita reunión había comenzado a las diez y media y se había extendido demasiado... Los japoneses tenían suerte, podían ir a comer tranquilos, pero yo tenía otra reunión a las cuatro. No me daría tiempo ir y venir del restaurante de mis amigos y tener todo listo para esa hora.

Resoplé y tapé mis ojos con mis brazos, estaba agotado. Esa jodida semana había estado de locos.

Lo único bueno y relajante de esos días, habían sido las sesiones con mi gatita. Esos ojos verdes y fogosos, vinieron a mi cabeza, como si la tuviera frente a mí, con ese tierno sonrojo y sus ojos ardiendo en fuego puro.

Issy era una mujer única y yo estaba encandilado por su personalidad. Era tierna y tímida, pero también podía ser intensa y apasionada. Me encantaba su forma de ser y pensar, inocente en algunos aspectos, pero en otros era muy sabia. Y ni hablar de su lado desafiante, una mujer con carácter era malditamente sexy.

Todo estaba fluyendo de una forma tan natural que resultaba abrumador. Había escuchado alguna vez que el ritmo de una relación no lo regía el tiempo, sino las situaciones que hacían resonar los corazones como si fueran uno solo. Isabella y yo no estábamos en esa fase todavía y mucho menos éramos una "pareja", pero nadie podía negar que fuera lo que fuera que estaba naciendo entre nosotros, lo estaba haciendo demasiado rápido.

No había duda que se debía al proyecto en sí. Estábamos obligados a vernos todos los días, nos realizábamos preguntas personales a diario y por eso el proceso de conocernos se estaba dando tan rápido. ¡Era como si el jodido proyecto estuviera diseñado para eso! ¿Sería el profesor de Issy tan visionario?... Nah, estaba imaginando más de la cuenta.

Lo que sí era un hecho, era que había descubierto muchas cosas de ella en un corto tiempo... y todo me encantaba. Quizás por eso me sentía tan cómodo a su lado y era un infierno mantener las distancias, pero tenía controlarme. No podía mandar todos mis esfuerzos al demonio por un momento de debilidad.

21 preguntas para enamorarseWhere stories live. Discover now