Sesión número 19

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Victor Benoist

—Tomen en cuenta las últimas correcciones para poder entregar el informe al cliente. Debemos avanzar lo más pronto posible para conseguir la permisología necesaria y comenzar con la construcción.

—Los planos ya fueron aprobados, —informó la directora de planificación—, solo quedaría de parte del cliente la aprobación de los presupuestos, tiempo de ejecución y uno que otro detalle.

Asentí y di por finalizada la reunión donde estábamos discutiendo el proyecto de construcción de un nuevo edificio de oficinas. Besana era una ciudad que crecía a pasos agigantados y éramos nosotros quienes nos encargábamos de que se hiciera de forma maravillosa, vistosa y segura.

Al quedar solo en mi oficina, me lancé sobre el mueble y me permití soltar el suspiro que tenía atorado en la garganta. Ante los demás debía mantener la imagen de profesionalismo y concentración que todo empresario debía proyectar, pero por dentro era un maldito caos.

El día anterior había mantenido mi mejor cara frente a Isabella cuando me reveló todas sus inseguridades, incluso traté de sobrellevar muy bien la sesión, como si todo estuviera bien para que no volviera a sentirse presionada, pero ahora el ansioso era yo.

Mierda, si su preocupación fuera solo por el proyecto, no me importaría aguantarme hasta que el profesor le diera la calificación. El problema era que ella había enfatizado varias veces que no quería arriesgar nuestra amistad y a eso... debía sumarle su inseguridad. ¿Cómo siquiera se le ocurría preguntarme por qué le había respondido el beso? ¡Llevaba queriendo hacerlo desde el jodido principio! Más bien, que me dieran un maldito premio por haber resistido tanto sin lanzarme encima de ella.

Me froté la cara con mis manos. ¡Maldita sea!, estaba frustrado. Debía encontrar una manera para hacerle ver que dar un paso fuera de la amistad, no significaba que terminaríamos odiándonos si las cosas no salían bien... Para que eso ocurriera debía haber otros motivos de peso, motivos que cultivaran el resentimiento y vaya que lo sabía yo.

—¡Jefe!

Pegué un respingo cuando escuché gritar a Hope.

—¿Pero qué mierda?

—Controla esa boca que mi bebita está escuchando.

—¡Casi me matas de un susto!

—Tenía como dos minutos tratando de llamar tu atención y nada —resopló—. Estabas en tu propio mundo. ¿Pasó algo malo en la reunión? —Suspirando, negué con mi cabeza—. ¿Entonces?

—Vamos a dejarlo así... —zanjé el tema. Por mucho que confiara en Hope, yo no era de esos que le gustaba hablar de su vida privada.

Ella frunció su ceño y salió de la oficina dando un portazo. ¿Y ahora qué le pasaba? Últimamente estaba más sensible que de costumbre... Debían ser cosas del embarazo, ya me había pasado con mis hermanas.

Tiempo después, estando sumergido en las correcciones de un diseño con el programa de modelado en 3D, mi estómago gruñó. Desvié mis ojos hacia la esquina de la pantalla y noté que eran casi las dos de la tarde. Ah, mierda... me iba a ganar otro regaño si no iba a comer en ese momento.

Guardé las correcciones y me levanté para coger mi abrigo, pero cuando estaba colocándome la bufanda, la puerta de mi oficina se abrió de golpe. Demasiado tarde, el regaño ya venía... y por partida triple.

—¡Hora de una maldita intervención! —dijo Derek, adentrándose en el lugar y se sentó en mi silla giratoria, colocando sus pies sobre mi escritorio.

21 preguntas para enamorarseWhere stories live. Discover now