Sesión número 8

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Mis dedos se paseaban por el teclado con rapidez mientras maldecía una y otra vez a mi compañera.

«¡Por esto odio los trabajos en equipo!».

Se suponía que ella debía entregarme su parte de nuestra investigación para poder consolidar todo y enviar el trabajo a la profesora, pero ¿qué me encontré en su documento? ¡Un glosario de términos básicos sacados de Wikipedia! ¡Era inaudito! Le había dado la parte más sencilla mientras que yo me había quedado con la sección de análisis de diferentes estudios sobre el diagnóstico del TDA. ¿Acaso no conocía la maldita biblioteca? ¿No sabía que existían los libros? ¿El jodido Science Direct?

Y para rehacer toda su parte, había tenido que faltar a mi última clase.

No todos teníamos el mismo sentido de la responsabilidad, eso era cierto, pero ¡rayos! Ella sabía que yo era becada, que no podía darme el lujo de reprobar. Apreté mis puños con fuerza sobre el teclado y mis ojos comenzaron a picar; estaba más claro que el agua de un manantial: lo había hecho a propósito. Esa chica había entregado un trabajo de mierda solo para perjudicarme y lo peor era que no podía hablar con la profesora porque tampoco era santa de su devoción.

—Calma, Isabella. No dejes que te afecte —mascullé entre dientes, apretando mis ojos para no dejar salir ni una lágrima.

Por ese tipo de cosas era que a veces me daban ganas de renunciar. Odiaba sentirme así, tan deslucida, tan... abatida ¿Acaso no merecía un poco de respeto? ¿Ser estudiantes regulares les daba derecho de pisotear mis sueños?

Me obligué a respirar profundo, pero no lograba calmarme. Necesitaba algo más efectivo... ¡Mis caramelos!

Comencé a revolver mis cosas dentro del bolso buscando con desespero mis calmantes preferidos, pero como el maldito Murphy decía: "cuando necesitas algo, no lo encontrarás en el momento". ¡No había ni uno! Resoplé y lancé el bolso al suelo con frustración; varias cosas salieron disparadas de él.

Dios... con tan mal humor ni yo misma me reconocía. Me agaché y comencé a recoger mis cosas. Lápices, mi caja de almuerzo y... el cuaderno de mi proyecto. Lo tomé y me senté de nuevo en la silla, ojeando las respuestas que Victor me había dado hasta el momento. Una pequeña sonrisa se formó en mi boca, era como si estuviera escuchándolo hablar en mi cabeza.

Además de ser apasionado, Victor parecía ser un hombre que no se rendía con facilidad... y yo tampoco quería hacerlo. Debía seguir adelante por muy duro que fuera.

Coloqué el cuaderno a un lado mientras estiraba mis brazos. ¡Era hora de terminar el informe! Mi mirada se enfocó de nuevo en la pantalla y comencé a teclear. No sabía cuánto tiempo llevaba en aquel pequeño cubículo, pero cuando le di "enviar" al correo, con el trabajo finalizado, la satisfacción de haberlo logrado me llenó completa.

«¡En tu cara, cretina!».

Me hubiera levantado a dar mi baile de la victoria, pero el teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa y al tomarlo, me di cuenta que era un mensaje de Miranda:

Miri Miri _ 13:02

Tú lobo lleva rato esperando por ti.

¡¿Qué?! Fue en ese momento que detalle la hora. ¡Ay, Dios! No no no ¡Ya era la una!

Comencé a guardar mis cosas con rapidez dentro de mi bolso y salí disparada de la biblioteca. ¿Por qué me pasaban esas cosas, señor? ¡¿Por qué?! ¡Seguro me comería viva!

La noche anterior, cuando me dejó en casa, me comentó que tendría un montón de reuniones ese día y por eso habíamos quedado de vernos en el restaurante de los Brown para realizar la sesión mientras él almorzaba... Seguro estaba súper molesto; ¡para ese hombre la puntualidad era como respirar!

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