--Me encantaron, mamá. Yo sé cuánto usted ama y aprecia los recuerdos de la abuela. Solo en ocasiones especiales los usaba. –Dije—

--Sí, mamita, tienen un gran valor sentimental, aunque claro, también económico; son cubiertos de plata. Ahora te los cedo a ti para que les des un mejor uso. Tu abuela me los heredó, al igual que algunas joyas y ahora yo quiero hacerlo contigo, pero en vida... --Hizo una pausa-- ¿Qué hace el doctor Armando?—Dijo mi mamá, observando desde la ventana de la cocina, que daba al corredor, a Armando en el patio y a Galán correteando alrededor de su amo que sostenía los bultos de la mesa, ansioso esperando que se los lanzara y jugara con él.

Desde hacía poco más de una semana este era mi hogar y era mejor de lo que había imaginado. Todas las noches que regresaba me quitaba los tacones en el vestíbulo y me ponía unos zuecos esponjosos que me devolvían la sensibilidad en los pies entumidos. Todavía sufría por los tacones, y más cuando los tenía que soportar hasta diez horas. Sin embargo, no era por eso que me los quitaba en la entrada, sino porque al venir tan cansada, tendía a arrastrar los pies e, inevitablemente, terminaba por dañar el hermoso piso de madera. Un día Armando notó que caminaba con dificultad hacia las escaleras e hizo una observación.

--Mi amor, no sé por qué las mujeres se esmeran en torturarse con los tacones. De verdad, si no quieres usarlos, no los uses. Te veo padecer con esas cosas –Dijo Armando—

--Lo sé, es una locura, una verdadera tortura. No debí comprar estos zapatos tan inclinados. Voy a volver a las plataformas, porque esas las manejo mejor y me causan menos aflicción –Admití—

--¿Quieres que te traiga las chinelas y así no tienes que subir las escaleras con esas cosas?—Inquirió Armando, atento—

Yo asentí y lo vi desaparecer por las escaleras.

Al día siguiente observé unas finas líneas blancas, ahí donde yo había arrastrado los pies.

El martes 23 de mayo, un día después del "largo día" que había sido el lunes (el regreso a nuestras funciones) , el cuartel insistió en que el fin de semana se llevara a cabo la primera reunión oficial del cuartel en las instalaciones privadas del matrimonio Mendoza-Pinzón, como lo había titulado ellas. Yo les expliqué que tenía que ser el domingo, pues el sábado lo tendría "muy complicado", sin agregar más detalles al inicio.

--¿Cómo que complicado Betty? ¿Acaso tiene un cóctel ejecutivo o qué? –Rezongó Aura María—

--Calle, Aura María, no sea tan atrevida. Betty se está acomodando recién a todo lo que ha pasado en estos días ¿cierto, Betty? Dejémoslo para la próxima semana –Dijo Sofía--

Yo no estaba segura de por qué no quería contarles que estaba inscrita en clases de natación, ya que siempre me había tomado a la ligera los comentarios a veces hirientes o tal vez demasiado sinceros de mis amigas. Lo pensé unos segundos antes de decidirme por contarles, ya que de todas formas se darían cuenta y si no era por mí misma, posiblemente no lo tomarían muy bien.

--Me acabo de inscribir en clases de natación, muchachas. Así que viernes y sábado por la noche los tengo comprometidos hasta las 9:30, y como imaginarán, después de eso no tendré ganas de hacer nada—Les dije—

--¡Wuju! ¡Vean qué tal la muchachita, ah, toda una deportista! –Dijo Mariana, sonriendo— ¡Me alegra, Betty, que se anime a probar cosas nuevas!--

--Cuidado le da pulmonía, mija, es que ese horario está bien verraco –Dijo Berta, al tiempo que se metía unas gomitas dulces a la boca—

--Yo me estoy imaginando al instructor papito que debe tener esa escuela. Todo mojadito, piernas torneadas y espalda musculosa ¡Qué envidia, Betty! –Dijo Aura María, con los ojos brillantes ante las imágenes que suscitaban sus palabras—

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Where stories live. Discover now