--Siempre he sido suya, Armando...--Musité—

--Sí, lo sé, pero yo me refiero a que esta vez tú tomaste la iniciativa, mi amor, y yo me sentí muy dichoso al verte tan apasionada, tan desenvuelta...--Dijo Armando—

--Puede ser que la primera vez me viera un poco aventada. Yo me puse un poco cansona ese día --me eché a reír al recordar—y algunos consejos que me dio Aura María ayudaron un poco a eso –Admití—

--No fue cansona, fuiste simplemente tú misma, esa mujer tierna y apasionada de la que me enamoré poco a poco, entre besos, caricias y abrazos. –Dijo Armando—

--Recuerdo que esa noche de un momento a otro me sentí la mujer más linda y deseable del mundo. Usted tenía miedo, lo pude sentir al inicio. Luego se soltó, tal vez influido por la oscuridad, hasta que lo sentí relajarse–Cerré los ojos para recordar las sensaciones y lo vivido ese día—

--Me sentía nervioso, no puedo negarlo. Nunca sentí algo similar, ni siquiera la primera vez. Y no se debe a la oscuridad, no señora, porque el tacto es un sentido muy poderoso y fue así como yo pude hacer una imagen mental de su cuerpo, y le puedo asegurar que verlo ha sido mucho mejor que imaginarlo. Yo descubrí algo maravilloso en esa oscuridad, pero es más maravilloso ahora que lo veo con toda la claridad del mundo –Dijo Armando, haciéndome levantar el rostro con el dedo índice para alcanzar mis labios. Su dulce aliento me inundó al musitar mi nombre antes de besarme—

Mi mamá insistió en llegar a ayudarme con la cena que tenía prevista para el cuartel en mi casa y yo no pude negarme. En realidad mi habilidad para cocinar era muy básica y no quería recurrir a la comida por encargo o al delivery.

--Mi amor, pedimos un servicio de catering y listo. No tienes que hacer que tu mamá trabaje o tú ponerte a hacerlo. –Dijo Armando—

--Servicio de catering me parece un fomento al conformismo y algo exagerado. Tengo que aprender a cocinar algo más que huevo frito y papas fritas –Le dije—

Él se echó a reír y respetó mi decisión, y por si fuera poco, nos echó la mano a mí y a mi mamá en la cocina.

--Mija, dígale al doctor que no se ponga en esas y usted tampoco. Mejor vayan arreglarse que yo me encargo de todo –Dijo mi mamá—

--Sí, doctor, deje eso en manos de mi esposa Julia, no vaya ser que echen a perder los ingredientes por ponerse a hacer algo que naturalmente los hombres somos incapaces –Dijo mi papá, que estaba sentado en el comedor llenándose el estómago de unos tentempié que habíamos comido en el almuerzo--

--Don Hermes, pero cómo me dice eso, ¿acaso usted no sabe que los mejores chefs del mundo son hombres? ---Dijo Armando, giñándome el ojo de manera cómplice—

--Pues no sé qué tan buenos sean, doctor. Nunca he probado su comida –Dijo mi papá, muerto de risa—Pero bueno, es cierto, los tiempos han cambiado y no del todo para bien, Armando. ¡El diablo es puerco! –Dijo mi papá--

Mientras yo estaba ayudando a mi mamá a preparar una ensalada (porque fue lo único que me dejó hacer bajo su supervisión), Armando se dispuso a armar la mesa de plástico con sombrilla que nos habían regalado.

--¿Finalmente abrieron los regalos de boda, mija? –Inquirió mi mamá, mientras exprimía unos limones sobre el pollo—

--Sí, mamá, y todo divino, la verdad es que la gente se lució con los regalos y la mayoría eran cosas que todavía no teníamos –Le dije--

--Qué bueno, mamita. ¿Le gustó mi regalo? –Mi mamá nos había regalado unos cubiertos finísimos y unas servilletas de tela que habían sido herencia de mi abuela, es decir su mamá—

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Where stories live. Discover now