Horacio Pérez #01

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— Vamos a hablar sobre la influencia que tiene Gustabo sobre ti, ¿Vale? — dijo ella con una sonrisa. Le gustaban los viernes, primero porque se acababa la semana, a pesar de que en algunas ocasiones tenía que ir al CNI a hacer trabajo extra porque así es la vida en esa puta organización, y dos porque a las diez de la mañana tenía cita con Horacio Pérez, lejos, su paciente favorito.

— ¿Influencia? Pero... influencia positiva, quiere decir — respondió el de cresta celeste, sonriendo.

— Positiva, si es que lo ves así — dijo Artaud. Poco a poco, todas las personalidades de aquella ciudad se iban conectando, pero ella no tenía porqué hacer un juicio desde lo que había escuchado en otras sesiones, como la de Gustabo, la de Conway o la de todas las personas que en algún momento habían mencionado a Horacio en su hora con ella. No era justo, así que haría eso con mucha delicadeza.

En el historial de Horacio, hecho también por Lara Harris antes que ella llegara a la ciudad, habían comentarios del incidente en donde Conway indicó en variadas ocasiones que Gustabo le "comía el coco" a Horacio. El rubio lo negó todo, pero Harris había puesto como observación que creía que era verdad y era una verdad muy obvia.

— ¿Crees que Gustabo te ha dado un "mal consejo" en algún momento? — preguntó entonces.

Horacio suspiró.

— Pues... el "Me gustas, ¿Te gusto?" no fue el mejor consejo que me ha dado en la vida — confesó de pronto. Artaud le ofreció una pequeña sonrisa condescendiente y asintió. Horacio aún seguía coladísimo por Volkov, y todo había comenzado por esa declaración.

— ¿Cómo te diste cuenta de que no fue una buena idea?

— Mmm... para serle sincero, desde que lo solté y Volkov me dijo ¿Disculpe? — lo imitó al final, haciendo resaltar la "S" en la palabra. — Me quedé mudo, fue Gustabo quien... quien me dijo que siguiera con eso, que me expresara, sino hubiera salido corriendo.

— O no lo hubieras hecho nunca — sugirió la psicóloga. — Porque sabías, en el fondo, que era una mala idea.

Horacio se pasó una mano por el cuello, dudando.

— Si pudiera volver el tiempo, ya le digo — se lamentó.

— No es posible volver en el tiempo, pero tal vez sí comenzar a tomar mejores decisiones.

— ¿Y eso me traería de vuelta a... a mi madre? ¿Mi infancia? ¿Me traería de vuelta ahora a... a Volkov? — soltó atropelladamente y sus ojos estaban llenos de lágrimas ya. Artaud se quedó en silencio, dándole un tiempo, tiempo que él tomó para coger un pañuelo de la caja que la mujer había puesto en la mesita de centro para todos sus pacientes en el hospital. — Ya ni siquiera sé por qué sigo viniendo si todo sigue igual, si cada día es igual al anterior y el único que siempre está ahí es Gustabo.

— Te has acondicionado a una vida con él — le indicó ella, finalmente. — Pero no es saludable, Horacio, y ¿Sabes por qué te lo digo? Porque te has cerrado a otra posibilidad de vivir, una en donde llegas a tener relaciones de distinto tipo con otras personas.

— ¿Qué está diciendo? ¡Tengo amigos! ¡Me llevo bien con la gente!

— ¿Pero les conoces? ¿Quién fue la última persona a quien puedes decir que conociste? Con la cual formaste un vínculo...

Horacio lo pensó un momento.

— Pues... con el comisario Volkov — respondió bajito.

— ¿Por qué?

— Porque yo... de verdad me preocupaba por él, ¿Sabe? — explicó. — Todos dicen que soy un pringao, que soy un payaso y que andaba tras Volkov... cuando era poli, porque ahora no lo soy.

Claro que lo era, y Artaud lo sabía, pero bueno. Secretos de profesión, era como ir a la iglesia a confesarse, se supone que el cura también debe guardar muchos secretos.

La diferencia es que ella no solucionaba los problemas enviando a todos a rezar, sino que intentaba ir quitando y clasificando todo, capa a capa, hasta llegar al centro.

Horacio era un ser tan complicado y maravilloso, por ejemplo, y su lado emocional, su lado del cerebro que no trabajaba con ella en las consultas lo sentía mucho por él, porque no lo valoraban como tal.

— ... decían que andaba tras Volkov por lo mismo de siempre, ya sabe, la gente nunca se olvida del pasado. Si un día anduve, SOLTERO, con muchos hombres y mujeres distintas... si alguna vez lo pasé bien...

— Horacio, eso está bien — lo tranquilizó ella. — Eres libre de hacer lo que quieras incluso ahora, porque no estás atado a nadie, ni siquiera al comisario Volkov.

— No, porque él no lo permitió ni lo permitirá nunca — suspiró Horacio.

— Eso tu no lo sabes, lo importante aquí es que estamos hablando de ti, y tú debes entender tu valor antes de salir a conquistar al mundo. Conquístate a ti mismo, ¿Eres un héroe? Pues si, ¿Quieres divertirte? Adelante. Dime, ¿Alguna vez Gustabo te ha hecho sentir vergüenza de las cosas que haces?

Horacio volvió a guardar silencio antes de contestar. Ella había notado que lo hacía bastante cuando le preguntaba por Gustabo, era como si solo, sin su "hermano" a un costado, fuera capaz de ver lo que el otro hacía.

— Sí — respondió. — La cresta... siempre me pide que la cambie. Y cuando hicimos las oposiciones para ser polis... me trató como si fuera un tonto.

Artaud iba a hablar, hizo el ademán, pero Horacio la detuvo con una mirada desesperada que ella no comprendió del todo hasta que lo escuchó:

— ... Pero él es así, ¿Sabe? Él siempre dice "lo que te haga feliz, me hace feliz a mí".

Tuvo unas ganas de suspirar por el caso de esos dos niños inseparables con un trasfondo horrible que los hizo ser dos adultos con problemas muy distintos. Fue como si la vida, cruelmente, los hubiera juntado para mal, porque eso es lo que se hacían juntos, mal.

— Horacio — dijo suavemente, dejando su bloc de lado, ya no necesitaba anotar más. — Quiero que hagas algo por mí.

— ¿Qué puedo hacer por usted, Doctora? — preguntó el de cresta, atento. Ella se había fijado desde, quizás, la primera sesión, que a Horacio le encantaba hacer lo que pudiera por los demás, le gustaba la sensación de estar haciéndolo, de sentirse necesitado, porque jamás en la vida sintió que tuviera un lugar en donde lo necesitaran, ni siquiera al lado de Gustabo.

Ese era el único lugar en donde Gustabo no estaba acompañándolo, pues él necesitaba más de Gustabo que Gustabo de él y lo tenía claro, aunque lo negara.

— Esta semana pasa un poco más de tiempo con otras personas. Dales una oportunidad, no son tan malos como piensas — le pidió finalmente.

— ¿Y Gustabo?

— Gustabo hará lo mismo, créeme, y no por eso te dejará de querer, ni tú a él.

Horacio suspiró, pensando.

— ¿Y cuál será mi premio? — preguntó, haciendo sonreír a su terapeuta, cosa que provocó un efecto espejo, y se encontró sonriéndole de vuelta.

— Lo descubrirás si vienes el próximo viernes, recuerda que eres el que me hace terminar las semanas sin enloquecer aquí — respondió ella.

— ¡Es que soy esencial aquí! — se hizo el grande.

Ambos rieron abiertamente.

— Está bien, lo haré — aceptó finalmente, a pesar de sentir que tendría que hacer un gran esfuerzo para andar por Los Santos sin la persona que siempre tuvo al lado. 

Psyché || spainRPWhere stories live. Discover now