No accidente; destino (8)

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Su cuerpo se sentía frío entre los brazos del bombero que le cargaba; se hallaba inconsciente y débil, temblando por el frío.

Aún en la calidez del hogar, su cuerpo no se calentaba; se mostraba igual de frío que el viento de la tormenta que azotaba en la ventana.

La chica terminó sobre un cálido y cómodo colchón, con tanta gente alrededor que buscaba verle despertar. Su garganta estaba roja debido a aquellos intentos que hizo Aqua para ahorcarla. En la piel pálida, especialmente la piel de su mejilla izquierda, destacaba una gran mancha morada por el puñetazo. Había también muy diminutos moretones en ambos de sus brazos.

—¿Dónde está? —cuestionó la única mujer que trabajaba en el departamento de bomberos.

—No lo sabemos.

El bombero pelirrojo fue el último en llegar. Todos lo notaron cuando la puerta rechinó al abrirse lentamente, y se escuchó su espalda al chocar con el marco de la entrada.

Se mantenía seco debido al paraguas que le cubrió mientras seguís fuera de la estación. Cerró la sombrilla y la apoyo a un lado suyo.

—¡Ayúdala, David! —suplicó la mujer.

Todos se alejaron de Lana, quien no mostraba una mejora a pesar de que el ambiente ya no era tan frío. El hombre suspiró, y logró ver su aliento al hacerlo.

—… Lo intentaré. Hace mucho que no hago esto; sólo espero no haber olvidado cómo.

Se quitó uno de los guantes que llevaba y generó una pequeña chispa en su dedo índice. Aquella chispa se volvió una llama que se extendió por toda la palma de David, la cual cubrió el moretón que Lana mostraba en la mejilla.

Cuando él retiró su mano, ya el fuego se había apagado en ésta, pero seguía ardiendo sobre la piel de Lana. La brasa se volvió de un tono verde azulado, le otorgó calor, y desapareció junto con el moretón.

La respiración de la chica tomó un ritmo normal, y sus ojos marrones se abrieron muy lentamente. Los volvió a cerrar y talló sus párpados para ver con claridad.

Apenas despertó, se levantó de la cama y salió corriendo hacia el paraguas que vió a un lado de la puerta; continuó su camino al exterior al abrir la sombrilla, y volvió a aquel callejón, alejando el agua de su cuerpo conforme se encendían brasas en sus pies.

El lugar estaba repleto de agua, que hacía flotar la basura. Ya no podía visualizar a Aqua por allí, pero sabía que estaba presente y furiosa en algún lugar cercano, pues la tormenta continuaba.

Ella no lo sabía, pero estaba viendo una escena similar a la de la muerte de su contrincante; una tormenta que no parecía querer parar, y una ciudad que se inundaba. Probabilidad de muerte por todos lados… 

—¡No me rendiré! ¡Tengo que encontrarla! —exclamó.

Si ella había sobrevivido, tenía un propósito que cumplir. Debería levantarse… y cumplir con el deber que el destino le había asignado.

Nada en su vida era un accidente, todo era destino.

Flama: Una heroína en llamasWhere stories live. Discover now