Navidades Perfectas (4ª parte)

Start from the beginning
                                    

El comedor era el mismo que el de esta mañana pero ahora había mudado completamente y parecía un sitio completamente nuevo. Árboles, regalos, coronas, estrellas... Una recargada decoración había invadido el lugar mientras de fondo se escuchaban cancioncillas cantadas por coros infantiles. La planta baja estaba llena de gente que, tal y como había predicho Elaine, se quedaron mirándole al verlos pasar rumbo a las escaleras que les llevaría a la terraza privada de la segunda planta, la que tenían reservado para ellos.

Al pie de la escalinata le esperaba su tía Grace, que le saludó con la mano al verle llegar.

—Oh, la Valicourt —dijo Elaine, palideciendo bajo el maquillaje.

—Sí, Grace Valicourt para todos, pero para mí es la tía Grace —dijo con fingida inocencia—. ¿No lo sabías?

—Sí, claro —replicó Elaine con una mueca nerviosa—. Es solo que, cuando hablamos de que me contrataras, pensaba en algo más... íntimo. Ahora será como pasar un examen delante de mi jefa. No, no me apetece mucho.

—No necesito contratar a nadie para mantener relaciones sexuales satisfactorias, gracias —dijo Zero con frialdad—. Necesito a alguien que me acompañe en una cena familiar. Pensaba que eso era lo que diferenciaba un amante profesional de alguien que ejerce la prostitución —dijo con cuidada indiferencia, pero pudo sentir como el brazo de su acompañante se tensó y casi puso notar las uñas atravesando la manga de su esmoquin—. Cálmate —le dijo en un susurro—, es tu jefa, pero es mi tía y sus amigos, no se arriesgará a hacer una escenita aquí delante. Será discreta.

—¿Eso debe consolarme? —murmuró ella.

—No, eso te da tiempo para pensar una salida. Tía Grace —dijo saludando con la cabeza a la mujer que se acercó a ellos. El modelito que vestía parecía haber sido diseñado por el mismo que había vestido a Elaine, también era en rojo puro, rematado en esta ocasión por un borreguillo blanco.

—Hola, cariño —dijo la mujer dándole un beso en la mejilla sin dejar de estudiar a su acompañante—. ¿Y tú eres...?

—Oh, lo siento, ella es mi acompañante Elaine... Lo siento, no sé tu apellido.

—Elaine Golemon —dijo ella con voz temblorosa.

—Encantadora, parece un pajarillo asustado —bromeó su tía, con una sonrisa postiza. Sí, la había reconocido, pero tal y como había supuesto, no montaría un numerito delante de sus amigos—. Pero tú, querido Adam, estás espectacular. El negro parece que se creó para ti. Sencillamente perfecto. Y te aseguro que sé mucho sobre hombres perfectos. Vamos a sentarnos —dijo, señalando con un gesto vago de la cabeza las mesas que se adivinaban en la planta superior—, solo faltamos nosotros.

La mujer empezó a caminar por el pasillo de comensales y Zero avanzó con la intención de seguirla pero se quedó quieto al sentir cómo Elaine tiraba de su brazo.

—Por favor, Adam —susurró, ni todo el colorete del mundo habría servido para ocultar su rostro lívido—. Tengo que hablar contigo.

—¿Sobre qué? —preguntó fingiendo sorpresa—. Por cierto, ¿no te ha parecido extraño que mi tía no te reconociera? Bueno, sé que tiene cientos trabajando para ella pero me ha dicho que solo tenía a cinco profesionales destinados al crucero, pensaba que sabría el nombre y apellidos de cada uno.

—No, no puedo sentarme allí —murmuró Elaine—. Tengo que... No sé cómo empezar.

—Podrías empezar por la verdad, no has dicho ni una sola desde que nos conocemos —replicó con sequedad.

—No soy de la agencia Valicourt —admitió en un mohín—, pero no soy una prostituta. Quiero ser amante profesional, de las buenas, pero las Valicourt controlan todo el pastel y es imposible hacer nada sin pasar por ellas. Por eso pensaban que si me enrolaba en un crucero como este, podría conseguir una cartera de clientes lo suficientemente buena como para que no importara si pertenezco a la agencia o no. Así que... he dicho alguna mentirijilla.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now