Nueve

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MICAL ETHRIDGE

Todo parecía muy lindo e irreal, hasta que de sus labios salió un nombre que no conocía, el semblante de el cambio por completo y la cena paso de ser un momento lleno a de magia a convertirse en algo incómodo para mi que no entendía lo que Atesh y la chica que parecía una muñeca de porcelana hablaban.

O mejor dicho, discutían.

Por mucho que Atesh me pidió disculpas por haber salido apresurados del lugar, por el incómodo momento y tratar de cambiar su estado de ánimo, no lo logró.

Estaba tenso, cada cinco minutos pasaba una mano por su cabello, el volante del auto lo tenía agarrado con tanta fuerza que era fácil darse cuenta de la presión que ejercía.

Moría por preguntar quien era esa mujer, por qué cambio de humor luego de hablar con ella y sobre todo las últimas palabras que dijo, ya no en el idioma que no entendía si no en el mío.

— Aun me amas, mi amor, no lo niegues por que yo tampoco lo haré.

Luego de eso la mujer se acerco a él y beso la comisura de sus labios frente a mi como si yo no existiera, Atesh sólo cerró sus ojos y... ¿disfruto del momento?

No lo sabía.

Por que lo único que hizo fue pedir la cuenta y sacarme de ahí, el camino gasta mi casa fue silencioso. La ideas y suposiciones me estaban recomiendo la cabeza desde ese día y de eso sólo habían pasado dos.

Hoy era domingo, me encontraba bañando a Blanco mi cachorro que hoy se le dio por revolcarse en el pequeño patio que tenia la casa ensuciando su pelaje blanco. Por que si seguía dando vueltas al tema de Atesh y esa chica iba a terminar volviendome loca.

Así que prefería volverme loca al bañar a mi cachorro, que pensar en él y el apodo que me dio.

Dulzura.

Si dulzura yo y ella su amor. ¡Ush!.

—Si sigues pensando mucho en lo que sea que sucedió en aquella cena, terminarás quemando tus neuronas, hija. Te hablo por experiencia.

Sonrio al escuchar la voz de mi abuela a mis espaldas.

—¿Tú crees?

—No sólo lo creo, lo confirmo, por que desde hace unos minutos dejaste que Blanco se te fuera de las manos.

Miro la bañera donde se supone que Blanco debía estar, sin embargo el cachorro no está y efectivamente se encuentra de nuevo revolcandose en el barro.

—Mi niña hermosa te daré un consejo, dale tiempo, no te alejes por algo que aún no sabes —pone su mano en mi hombro dando un leve apretón— Cuando este listo él te dirá lo que sucedió ayer y si no, recurre a Internet, es el hermano de un actor deben haber cosas sobre él ¿o no?

Y aquí me encontraba, con la laptop sobre mis piernas después de haber dejado limpio a Blanco y también luego de haberme aseado, pensando en los pro y los contra de buscar Atesh Özdemir en Internet.

Lo que me dijo mi amigo podría ser cierto, el doctor tenía novia y era la chica que yo vi.

Otra opción es que podría ser su hermana y le molesto el hecho de que haya aparecido en nuestra cita que prefiero llamar reunión.

Ya no se que pensar, sacar tantas conjeturas de algo que no debería importarme, me volverá loca. Si es que ya no lo estoy. Hay momentos donde quisiera que mi abuela no me de consejos de amigas que son mejor que el FBI a la hora de hacer una investigación.

LE DIJE ADIÓS A LAS CITAS AMOROSAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora