El Hades sin él

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Yo sufría por él y nada dolía más que su ausencia. Nada, ni siquiera la golpiza que me dio mi padrastro aquel día. Una tarde como cualquiera, solo por descubrir que escribía y vivía por él, por descubrir que yo le escribía cartas en secreto con un destino incierto. Solo por eso, por sentir "aquello" que me hacía seguir adelante. El odiaba que yo amara, y lo odiaba mucho más porque amaba al joven prodigio del pueblo, y nunca supe el porqué. Era común que viviera con alguna herida o moretón en el cuerpo, era común que estuviera asustada. Mi único momento de paz, era cuando mi padrastro salía a trabajar al campo, esas horas eran sagradas para mí pues así tenía tiempo de escribirle a la persona que se fue y me dejó a la espera de su regreso. Esas horas eran las más importantes, pues así podía contarle por medio de cartas, mi día a día y lo mucho que lo extrañaba, lo mucho que deseaba que él estuviera a salvo y viviendo su sueño, un sueño donde quizá algún día yo también pudiera vivirlo y poder acompañarlo hacia donde él siempre quiso que fuéramos. En esas cartas, siempre le expresé mi amor, un amor que quizá hasta ya se había enfermado, un amor intenso que dolía a diario, pero que también me recordaba que seguía viva, tan viva como ese día donde ya me encontraba en el suelo, con el cuerpo dolorido y frágil, roto por las palabras y la ebriedad de un hombre que me odiaba, me odiaba por hacerle perder a su mujer. Y al final, acepto que fui yo la culpable de la desaparición de ella, pues ¿quién pudiera haber querido a un cuerpo enfermizo? ¿Quién hubiera querido cuidar a una niña tan frágil?

Él tenía razón, tenía razón de estar enfadado, pero no tenía razón de haber dañado tanto a una mujer que solo quería vivir un romance imaginario que no dañaba a nadie, ni siquiera a la persona del remitente, pues esas cartas nunca llegaron a él, y nunca lo harían, pues contenían ese amor tan vivo y apasionado que llega a asustar al mundo, principalmente a los lugares absurdos.

Al final no quería morir en el piso frío y sucio de mi hogar, no quería que el dolor me hiciera alguien que se rindiera tan fácil, no cuando ya sabía cómo llegar a la plaza donde podría encontrar respuestas. Nadie me podía quitar mi autonomía, las ideas nunca mueren, no quiero seguir siendo el títere sumiso de un titiritero cruel y alcohólico, no quiero estar con alguien a quien odio, no quiero amar a nadie más, no quiero un esposo predeterminado por el titiritero, no quiero más golpes...

Así que lo decidí, usé la misma arma con la que pensaba huir de este lugar, pero la usé contra él, y hui, hui llena de esperanza y tranquilidad. Nadie lo sabría, nadie lo conocía ahí pues simplemente llegó y se coló como un habitante más, nadie lo extrañaría, ni su propia mujer.

Pero antes... Recuperé la bufanda, esa bufanda que siempre descansó en la cama donde él dormía solo, y seguramente llegaba a lamentarse. Tenía impregnado su olor, a pesar de haber estado tanto tiempo lejos de su propietario; olía a él y eso emocionaba a mi corazón, me hacía tener aún más esperanza de poder encontrarlo sano y sonriente como siempre lo fue, como siempre lo he recordado.

Salí de su pequeña casa y me despedí del lugar donde crecimos juntos, nadie lo notó y fue lo mejor, no quiero que nadie trunque mi viaje, yo quiero lograr sola mi cometido, sin importar si ya no me encontraba en su corazón, sin importar si él esperaba mi llegada o simplemente me arriesgaba a ser rechazada y dejada en el vacío de los recuerdos. 

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El calor de su corazón (Link y tu) ✧⁠*EN PROCESO✧⁠*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora