—¿Qué... qué demonios es eso? —Jooheon no se dio cuenta de que sus dedos estaban temblando.
Changkyun se dio cuenta de todo demasiado tarde y se esforzó por cubrirlo todo.
—No soy idiota, Changkyun. Reconozco las marcas cuando las veo.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando.
—Oh, por supuesto que no. Por supuesto... eres un completo idiota.
Sus palabras se clavaron en el pecho de Changkyun, fueron como dardos venenosos atravesando su piel y contaminado su sangre. Sintió el dolor correr por sus venas.
—¿Cuánto tiempo?
—¿Qué?
—¿Cuánto tiempo has estado haciendo esto?
—Un par de meses —Changkyun se encogió de hombros.
—Tenemos que llamar a alguien. Tienes que llamar a una línea de ayuda.
—¡No! Jooheon, no entiendes...
—¿No lo entiendo?
—Lo necesito.
—Necesitas ayuda, antes de que yo te pierda.
—¿Qué? —Changkyun se quebró—. Como si me necesitaras en tu vida. Soy inútil y estúpido. No te merezco.
—Detente.
—Jooheon, soy un...
—Eso no significa nada para mí —interrumpió.
Changkyun evitó su mirada.
—Te veré mañana —Changkyun se puso de pie, y Jooheon lo alcanzó, atrapándolo, como siempre lo hacía.
—Changkyun.
—Déjame ir —alejó la muñeca de Jooheon de su mano.
Changkyun se fue.
