Roja (Parte 1)

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Érase una vez.

Una caperucita roja, que por caperuza llevaba un abrigo de lana color rojo escarlata. Por cesta con alimentos, una mochila con libros y deberes.
Y el lobo seguía siendo un depredador sediento de sangre.

Nuestra pequeña caperucita volvía a casa de la escuela como cualquier otro día. Caminando durantes horas para regresar a la casa en la que vivía con su abuela desde los cinco años, cuando su madre murió.

Caperucita...

Mejor llamémosla Roja.

Roja siempre había sido buena con todo el mundo y en ninguna ocasión había recibido lo opuesto a lo que daba. Su lema era: "Haz bien hoy y tú recibirás una recompensa mañana".
Por eso no pudo llegar ni a imaginarse los horrores que la esperarían al llegar a su hogar.

Ya había oscurecido.
Debían ser casi las ocho... o puede que las nueve, cuando Roja llego a su casa prácticamente a las afueras del pueblo.

Era una humilde cabaña de madera y piedra. Con una chimenea que sólo se usaba en las heladas noches de invierno.

Roja avanzó hasta las escaleras del porche y al llegar a la mitad de los escalones se dió cuenta de que las luces estaban apagadas y no encendidas como habían estaban siempre que volvía de la escuela.

Quizás su abuela se había ido a dormir antes o puede que estuviera leyendo un libro en la pequeña biblioteca de la casa.

Sin darle demasiadas vueltas Roja completó el recorrido restante, introdujo las llaves en la cerradura de la puerta principal y entró en el vestíbulo de la casa. Descubrió que todo estaba plagado por un espectro de frialdad, dando a entender que no había nadie, lo que le extraño aún más.

Dejó su mochila en el suelo y se dispuso a avanzar hasta la cocina donde siempre encontraba a su abuela preparando algo para ella después de una larga jornada en la escuela y de una intensa caminata de vuelta al hogar, pero en lugar de ver a su abuela encontró un vacío y un silencio sólido como si hiciese horas que nadie estaba en casa.

Estaba equivocada.

Se d3io cuenta de ello cuando oyó un golpe qué procedía de la parte trasera de la casa justo dónde estaba el cobertizo y el huerto de su abuela. Su abuela nunca salía de casa de noche, le daba demasiado miedo los animales que podían salir del bosque para acercarse a la casa. "Podría ser algún animal" pensó.

Más la incertidumbre de que algo malo estaba ocurriendo la llevó a coger por el mango un rodillo de madera que su abuela utilizaba para hacer dulces varios y se dirigió con pasos cautelosos hacia la puerta que conectaba la casa con la parte trasera. Roja continuó avanzando, pensando en todas las posibles maniobras que podría ejecutar si se llegará a tratar de algún animal grande y feroz. Continuó avanzando y procurando observar antes de hacer nada. Se puso de espaldas al lado de la puerta y ojeó de perfil la escena que ocurría fuera de la casa.

Una figura alta y delgada, pero fuerte, se encontraba metiendo una enorme bolsa en el maletero de un coche con el motor en marcha. Siguió observando. Esperaba que no fuera más que un cazador que hubiera encontrado una presa por esos alrededores o un ladrón que ni siquiera hubiera llegado a entrar en la casa y que hubiera robado cosas del cobertizo, más toda esperanza de que alguna opción que se creará en su cabeza fuera real desapareció en el momento en el que intentando todavía meter aquella bolsa en el maletero del coche una parte se abrió dejando ver un largo brazo saliendo de él. Vio como la luz de la noche provocaba un brillo en una alianza que llevaba aquella mano. Era la alianza de su abuela.

La mente de Roja iba a mil pensamientos por segundo. Ninguno de ellos erá tangible. Como una secuencia de luces y sombras que pasaban por sus ojos y por su mente haciendo que nada de lo que pudiera pensar llegará a alguna finalidad en concreto. Se dió cuenta de que había entrado en un estado de shock. Tal fue el impacto que el rodillo que sostenía en sus manos se le cayó al suelo provocando un golpe seco que fue captado por los oídos de aquella figura que se dió la vuelta y miró fijamente la puerta de la casa.

Roja se apartó de golpe esperando que no la hubiera visto y que no pensará que el ruido procediera de allí y pasará de largo. Lamentablemente después de unos segundos en los que se mantuvo inmóvil Roja volvió a mirar de reojo aquella figura a través del cristal de la puerta trasera esperando que hubiera pasado por alto aq3uel sonido y hubiera seguido con su tarea. Lamentablemente no fue así la figura seguía allí de pie observando.
Cuando se movió y fue en dirección a la casa Roja no pudo hacer otra cosa que recoger el rodillo y correr escaleras arriba esperando no hacer ruido para que aquella figura no sé diera cuenta del rumbo que había tomado. Llegó a su habitación y cer3ro la puerta, lamentaba muchísimo que en las habitaciones no hubiera cerrojos.

Se escondió en el armario y mantuvo silencio a pesar de las ganas irremediables que tenía de llorar. Oyó pasos pesados en la planta baja, intentó ubicarlos y cuando de repente oyó una frecuencia de pasos más frecuentes se dió cuenta de que estaba subiendo las escaleras.
Cada vez se oían más cerca y más fuertes. De repente pararon y oyó como la puerta por la que antes había entrado se abría y no pudo evitar que sus labios soltarán un pequeño y breve y sollozo. La presión en su cerebro era completa y absolutamente abrumadora. La garganta estaba sellada por tal nudo que nada podría hacer para deshacerlo y sus ojos estaban colmados de lágrimas que no se podían derramar, tenía que mantenerse firme por si debía atacar.

Pocos pasos se oyeron hasta que Roja lo pudo percibir detrás de la puerta que tenía enfrente. Se encontraba frente aquella figura de sexo desconocido, pero de intenciones más que notables. Roja esperaba que las piertas ocultasen el ruido de su fuerte respiración, pero entonces oyó como el manillar del armario era agarrado y se giraba para abrirse.
Ya no había vuelta atrás, no había escapatoria, era el momento decisivo, ataca o muere.

El segundo en el que la puerta se abrió, Roja reconoció que aquella figura era la propia de un hombre, hombros marcados, cuello ancho y manos grandes. Lo más notable que se podía ver de aquella figura masculina era que su cara estaba cubierta por una máscara de un lobo gris. No podía ver sus ojos verdaderos, aunque eso no debía importar.
La siguiente reacción que tuvo de aquél sujeto fue el como daba un paso hacía ella y levantaba los brazos intentando agarrarla del cuello, objetivo que consiguió cuando a pesar de que Roja intentara esquivar su velocidad no era tan buena. El lobo la agarró por el cuello y la empujó contra la pared con tal fuerza que la parte trasera de su cráneo empezó a palpitar de dolor. Con el rodillo en en su mano le golpeó el costado izquierdo del cuerpo haciendo que la soltará y se encogiera para después tocarse la zona golpeada, cuando Roja intento volver a arremeter contra agresor este con un rápido golpe en el rostro la tumbo en el suelo y el rodillo fue a parar a lugar desconocido.

El golpe recibido dejó a Roja aturdida, intentando escapar en un principio a gatas, pero sintió como uno de sus tobillos era arrastrado por un fuerte movimiento hacia atrás y antes de poder hacer nada una patata en su espalda hizo que más de una vértebra crujiera provocando un fuerte dolor agudo en cada fibra de su ser.
Así continuó la agresión con golpes patadas y demás.

Llegó el momento en el que Roja no podía hacer nada, tan solo respirar ya suponía una agonía para ella misma. Entonces con el último atisbo de fuerza que poseía su cuerpo abrió los ojos, giró la cabeza y observó como el agresor sostenía el rodillo de madera que ella antes había portado intentando defenderse y como lo levantaba para segundos después sumergirse en una profunda oscuridad.

Simples RelatosWhere stories live. Discover now