41

2.8K 229 7
                                    

Pronto empieza una rápida movilización. Con Mónica inconsciente, lo único que pueden hacer mis padres es acompañarla hasta que despierte.

Me piden que me cuide, y sé que no necesitan pedírmelo. Está en juego la vida de mi sobrina, de mi bebé y la mía.

Mi bebé. Esas dos palabras suenan foráneas incluso en mis pensamientos.

Dios, Leonardo. Necesito avisarle.

De camino al muelle, intento llamar a Leonardo un par de veces, pero salta directo el buzón de voz, así que decido dejarle un mensaje, con un nudo en la garganta.

—Leonardo, soy yo —suspiro—. No tienes idea de cuánto te amo. Haz cambiado mi vida por completo y no la preferiría de otra forma. Por favor, no entres en pánico por mi dramático mensaje. Ve a casa de mis padres en cuanto lo escuches. Ellos te dirán todo. Ahí espérame, te veo más tarde.

Cuelgo la llamada sintiendo como si caminara al precipicio. Por Michelle iría hasta el mismo infierno y puedo jurar, que ahí es a donde me dirijo.

Luego de hablar con la policía y trazar un plan, me dirijo sola al muelle. Aparco el coche y me bajo, poniendo especial atención a mi alrededor.

No tardo mucho en encontrar a mi sobrina corriendo con un algodón de azúcar en su pequeña mano.

Mi corazón se detiene al ver su sonrisa inocente, ella está bien.

Hugo gira su rostro y me ve de pie a unos metros de ellos. Extiende una mano, invitándome a acercarme.

No soy capaz de olvidar lo que me hizo, tengo tanto miedo... Pero aún más miedo de que mi sobrina salga lastimada.

Me acerco, deteniéndome a su lado, viendo como Michelle juega con las palomas que se detienen en el área

—Sabía que existía, pero jamás la había conocido —murmura, contemplando a la niña.

Su aspecto es terrible.

—Nunca te interesó, ¿por qué ahora sí? —pregunto, a la defensiva por su comentario.

—Estas últimas semanas entendí lo que hice. Pasaré el resto de mi vida en prisión y entenderlo me hizo desear esto, aunque fueran unas cuantas horas.

Michelle se percata de mi presencia y camina hacia mi, sosteniendo fuerte su dulce.

—¡Eli! —grita con felicidad—. Apa —dice, apuntando con su pequeño dedo hacia Hugo.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Mi sobrina es demasiado inocente.

La tomo entre mis brazos y la levanto. La niña mira hacia Hugo, como si fuera un desconocido, y a la vez alguien a quién quiere.

—Te quiero bebé —dice, con la voz entre cortada—. Cuídate.

Se acerca a la niña y huele su cabello, inspirando profundamente.

Michelle toca su rostro con su diminuta mano y le sonríe.

—Apa —murmulla.

—Puedes decirles que ya vengan —me dice Hugo, fijando su vista en el vasto mar frente a nosotros—. Dile a tu hermana que lo siento.

Asiento con la cabeza y doy unos pasos atrás, asegurándome que no sea una trampa, y a los segundos escucho las sirenas de la policía. No dejo que Michelle vuelva a verlo.

Camino tan rápido como soy capaz y aseguro al a niña dentro del coche.

Entro al asiento del conductor y tomo aire antes de dirigirnos a casa de mis padres.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora