15

6.5K 588 51
                                    

Melissa

Pedí permiso en la cafetería para no ir a trabajar y gracias a mi buena conducta, me dieron el permiso. Decidí tomarme un tiempo para platicar con Mónica sobre mi situación con Leonardo. Jamás he tenido secretos con ella, y, aunque al principio parecía algo incrédula con lo que le contaba, no le quedó más remedio que creerme después de haberle dado demasiados detalles.

La cosa con Hugo también fue un tema de conversación.

—¡Hijo de puta! Tienes que ir a denunciarlo, Mel. Si te maltrató una vez, volverá a hacerlo.

—Ayer que lo vi parecía arrepentido, Mónica. No voy a hacer nada. Seguro ya entendió que debe estar alejado de mí.

—Por tu bien, eso espero hermana.

—Creo que no hace falta decirte que guardes el secreto.

—Soy una tumba, te lo prometo.

Cuando papá llegó a casa, nos trajo la noticia de que ya tenía trabajo. Estas últimas semanas habíamos estado funcionando con el salario de Mónica y el mío. Mamá incluso se incursionó en la venta de artículos de belleza por catálogo. Estaba segura que saldríamos de ésta.

Durante la comida, mi celular vibra de manera insistente en la bolsa trasera de mi pantalón. Me disculpo y me levanto de la mesa, en dirección a mi habitación. Lo saco y me doy cuenta que es Leonardo. Frunzo el ceño antes de revisar sus mensajes.

«Mucho me temo que recibirás tu castigo antes de lo previsto.»

Aquello me hace cruzar las piernas.

«Sé que es día de trabajo. Pero necesito verte.»

Una llamada perdida, y otro mensaje.

«Melissa, por favor.»

¿Qué está pasando?, dijo que estaría fuera una semana. ¿Por qué está tan rápido de vuelta?

El pensar que regresó por mi me emociona. Dios...

No seas idiota, Melissa.

«Vas a tener que intentarlo más, Leonardo. Estoy ocupada.»

«No me provoques. No sabes de lo que sería capaz de hacer por tenerte debajo de mi en este instante.»

Suelto una risita. Siempre me va a gustar provocarlo.

«Quiero verlo.»

Me guardo el celular y contengo una sonrisa mientras bajo las escaleras.

—¿Todo bien? —pregunta mi madre. Mónica alza la mirada y esboza una sonrisa.

—Sí, todo perfecto. —tomo asiento de nuevo y me dispongo a terminar de comer.


Al terminar, estoy por lavar los platos cuando escucho que tocan el timbre. De forma inexplicable, mis entrañas se tensan. Me rehúso a creer que sea él.

Pero cuando Mónica abre la puerta y escucho el tono grave de su voz, no puedo evitar la humedad que siento entre mis piernas. Mierda, mierda, mierda.

—Buenas tardes. Busco a Melissa, ¿está en casa?

Escucho una pausa. Mónica no responde. Casi puedo imaginar su cara de pasmo al verlo en el quicio de la puerta. Me escondo en la cocina sin hacer ningún ruido.

—Ehm, ¿Melissa?, ¿mi hermana? Sí, está en casa. —risa nerviosa—. Iré a llamarle. Pero pasa, por favor. Siéntete como en casa.

Maldita traidora.

Inevitable SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora