Horca de perlas

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¿Ustedes saben lo que es la tristeza en el mundo y en la vida? 

...Yo tampoco, pero se siente muy fea.

Así con la tela azul alrededor del cuello, azul gris, azul polvoso sin serlo, acaso debió ser terciopelo. Al pensar en la funda y el cierre, corriéndose morbosos, la idea de una cicatriz vino y no llegó. Papelillos enredados entre crayones y corazones de nuez. En comienzo fue una escalera, pero la entristeció, junto con su vida también iba un puntapié el azote que sería un sonido al final, acaso ese golpe. Ese espantar de mosquitas entre pasto y flores viejas y blancas sustituiría al suyo propio. Los pliegues de su falda ondeándose como campana sin iglesia. No va a volver.

Además el metal plastificado es horroroso, igual a una pluma tan seca como espada. No sabía subir, se imaginaba. Su zapatito, se doblaría pequeño y regordete, la tela y el final de su encaje...La resbalarían, la cansarían...acaso después se hartara de morir. Una silla bajita, bajita, como un escalón pequeño. Con las varillas que la privaban de ser banco, tiradas como palillos, en remedo del compás. Raspábase el árbol con el castaño de su grumoso esmalte. Volvía a nacer, un verano y toda una vida.

-Entonces tú la alejarás no es cierto? pero, quizás, no. Ahora solo debo dejarme caer. Es como una obra de teatro, cuando termine. Se tornara surrealista.

Soy fantasía, la fantasía anubla la realidad. 

-¿Sabes? Si tú me lo hicieras, sería igual de real que cualquier otro. Es por ser yo. Tú no puedes serlo.

Miraba como paseante la tela, desdeñándose, comía el verde de las hojas. Se entumecía en su humedad. Rizos a tres cuartos. Alzando su vista, la luz había vuelto. Lo miró; el trazo de sus lentes cayendo. La sombra deslizando quedando atorada entre botones en su hombro, su, su. Si se levantaba, iba a llegar tarde. La flor se abría y se ruborizaba. Ya no podía ser tomada después de eso. Una pajilla vacía. Dejándolo, subió primero, o hizo ademán de subir porque bajo y tomando uso de sus manos. Rodeo sus hombros, su cuello. Llevando en su tristeza la palidez de él en sus labios. Envueltos en un vestido, recordó, aturdiéndola. Nunca va la comunión tras confesión ¿Y porque se querría ahorcar?

-Me regalaste una noche a obscuras.

...Van los tabloides de naranjas y metal, imitan a las hojas que caen al bajar. Vuelan en el son de avecillas, más no me pueden dejar. Es todo lo que pedías, pero no lo acepto, me encanta, más.  Hay instantes en la vida en que el fruncir de la tela roja, o el azote de cristales enlentecidos, me recuerda al toque de esas confesiones...Me vuelve al punto en cual, él no se había turbado, no se había enamorado. Cuando era pequeña, semejaba una pelusa de marañas teñidas en sentido común, es decir en vergüenza. Saltan las bolitas de cristal con galaxias dentro y se pierden fuera del circulo, son necesarias esas perdidas para poder, para apostar. Triángulos pequeños que se tornan gotas en los dedos. 

Harto antañoWhere stories live. Discover now