Capítulo XII

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Capítulo XII

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Capítulo XII

Nat abrió la primera de las carpetas con dedos temblorosos, sin saber lo que iba a encontrarse ahí dentro. Al ver el sello del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos, sintió un escalofrío recorrerle la espalda, ¿acaso iban a deportarlas? Sin embargo, al alzar su mirada hacia la señorita Hill, ella le sonrió. Fue ese gesto el que la impulsó a leer lo siguiente. Aparecía el nombre de su padre en primer lugar y luego el de su madre y el de ellas. Junto a cada nombre, había un acápite que rezaba status migratorio. Y, en cada caso, decía lo mismo: ciudadano residente de los Estados Unidos de América.

Ciudadanas. Ella, su madre y su hermana eran ciudadanas de los Estados Unidos.

Parpadeó varias veces, sin dar crédito a lo que veía. ¿Desde cuando eran ciudadanas? ¿Por qué nadie había dicho nada? ¿Cómo era eso posible? La cabeza comenzó a darle vueltas, y la trabajadora social pareció notarlo porque le ofreció un vaso de agua y posó una mano sobre su hombro, acariciándolo suavemente.

– ¿C-cómo? – logró balbucear al cabo de un rato, alzando su mirada verde y confundida hacia los ojos cálidos y comprensivos de la mujer frente a ella.

– Verás, linda. Tu padre es ciudadano. Él ingresó a este país como consultor militar y por eso, consiguió la Green Card, ¿sabes lo que es eso? – Natasha asintió y ella siguió con su relato– Bien, él la mantuvo por más de cinco años y al ser un trabajador importante, solicitó su ciudadanía y se la concedieron. Como ciudadano americano, él tiene el derecho de pedir que sus familiares puedan acceder también a la ciudadanía. Y eso es lo que hizo. Primero, pidió a tu madre, porque tú y Yelena son menores de edad. Sin embargo, ambas llevan más de diez años viviendo en el país, por lo que son residentes, hijas de ciudadanos. En cuanto cumplan los dieciocho años pueden pedir el formulario N-400, que es su solicitud de naturalización, con lo que serían ciudadanas de derecho pleno.

– Pero, ¿cómo es que nosotras no lo sabíamos? – musitó, aún procesando todo el asunto.

– Por lo que pude hablar con tu madre, resulta que él jamás le dijo que los trámites fueron exitosos para ustedes. Nunca le entregó sus papeles y les hizo creer todo este tiempo que su situación migratoria era irregular para mantenerlas asustadas y controladas. Para que no lo denunciaran... sé que esto es terrible, pero lo he visto ya varias veces en mis años trabajando aquí. Los abusadores siempre se valen del miedo para mantener a las víctimas, ustedes en este caso, bajo control– Natasha sintió sus ojos llenarse de lágrimas, preguntándose en qué momento su padre, un hombre bueno y respetable se había convertido en el monstruo que mantuvo a su familia cautiva por años.

– ¿Qué... qué es lo que tenemos que hacer ahora? – preguntó, con los ojos fijos en el papel entre sus manos.

– Pues, la denuncia en la policía ya está hecha, gracias al testimonio de tus amigos. Tu madre también ha accedido a declarar y, Yelena y tú pueden hacerlo también. He conseguido el registro de atenciones de urgencia tuyo y de tu madre, con eso debería bastar para encerrarlo...– comentó en voz baja y plana, neutral.

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