Primer día de clases

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Saco mi celular del bolsillo de mi abrigo y lo desbloqueo. Tengo tres mensajes nuevos de Evina y dos de Peter.

De: La Mejor Amiga Más Loca del Mundo.

Para: Mí.

¡Buenos días! Espero que hayas amanecido bien y con ganas de golpear a Mittchell.

En serio, sería épico verte pegándole un puñetazo a ese inepto. Lo grabaría y lo colgaría en todas las redes. Venganza cruel.

Olvídalo. No quiero que vayas presa y pierdas ese impecable expediente. Te veo allá. XOXO.

Río con ganas. Ella siempre se preocupa por mí. Como bien dijo, mi expediente es estelar, una de las cosas por las que la directora no entiende mi comportamiento irregular. Soy la mejor de la clase, primera en todas las notas gracias a la envidiada memoria fotográfica. Todo se me hace más fácil y llevadero, aunque siempre tomo apuntes, por si acaso. Si yo les hiciera caso a las ideas locas de mi amiga, esas notas se verían obstaculizadas por una infracción tal como lo es golpear a otro alumno. No arriesgaría mi futuro por él.

Abro los mensajes de Peter y sonrío ampliamente.

De: Peter :3

Para: Mí

¿Qué tal? Acabo de llegar, y, para tu suerte, mi auto está sano y listo para llevarte a casa cuando terminemos.

Por cierto, el idiota está aquí y ya ha comenzado a molestar a los nuevos.

Ruedo los ojos al cielo. Típico de Mittchell. Cada año, siempre que ingresan estudiantes nuevos, les hace creer que quieren ser sus amigos y les vende una espectacular imagen de sí mismo y de la escuela. Ellos quedan encandilados y los siguen a todos lados como perritos falderos. La primera fiesta del año, que comúnmente es en alguna mansión, son los primeros a los que invitan y los dejan en ridículo frente a miles de personas. Publican fotos y videos en todas las redes. ¿Lo peor? Nadie tiene los huevos para enfrentarlos y advertirlos, por lo que ya se ha vuelto una tradición.

Yo cometí la misma equivocación. Recordarlo me hace sentir vergüenza y lástima de mí misma.

Intento despejar la mente pensando en otra cosa, como en mis clases favoritas. He tenido tres años seguidos a los mismos profesores, quienes sí comprenden lo que es estar del lado de la víctima y me ayudan y aconsejan siempre que pueden.

Un frenazo me saca de mis pensamientos. El ruido del motor amaina y los murmullos de los adolescentes excitados llenan mis oídos. La puerta del recinto está cerrada aún, dado que no son las ocho en punto todavía, y los alumnos se apelotonan en grupos. Es fácil distinguirlos. Los de primer año son los que saltan de la emoción y aplauden, especulando sobre su experiencia en tan prestigiosa escuela. Los de segundo sonríen y rezan para no encontrarse con los bullies. Tercer y cuarto año son los que se esconden y rehúyen las miradas, concentrándose en los costosos autos que están estacionados en el parking de la izquierda. El último año, donde estoy yo, mis amigos y los imbéciles, son los que se encuentran más cerca de la puerta. Somos los últimos, no pueden esperar para hacer bullicio, como saltar y golpear los casilleros. Es una iniciación que todos hacen, y se ha mantenido desde siempre, aunque no estoy emocionada ni nada por el estilo.

―Bueno, aquí estamos. ―dice papá, jugando con el reloj plateado en su muñeca. Se giran en sus asientos y me toman de las manos―. Estás en último año, Barby. ¿Qué se siente?

―Igual que el anterior y el anterior.

Mamá ríe y aprieta mi rodilla con cariño.

―Lo haré bien. Si sigo así, podré aplicar a universidades importantes.

―Lo harás, nuestra chica inteligente. ―Se miran y luego a mí, luciendo orgullosos y felices. Si tan solo pudiera esbozar una sonrisa sincera y compartir mi júbilo con ellos...

Con un último saludo y muchos besos de mi madre, me bajo del auto. Aliso mi falda a cuadros, el uniforme del colegio, y camino a paso seguro hasta la puerta. No me es difícil divisar a Peter y Evina. Están recargados en la pared de granito, ojeando sus celulares. Ella tiene el ceño fruncido y él los brazos cruzados sobre el pecho. Parecen estar alimentándose de algún nuevo chisme. Apenas me ven, saltan a abrazarme.

―Calma, me vas a romper los huesos. ―le digo a mi amiga.

Ríe y besa mi mejilla, dejando la marca de su labial rosado. Peter es más gentil. Me acurruco en su pecho y huelo su colonia masculina. Ha crecido unos buenos centímetros y se ha bronceado durante los meses que no nos vimos.

―Te extrañé, rubio teñido. ―Ahogo contra su camisa blanca, idéntica a la mía.

―Yo también, caramelito de miel.

Ellos me llaman así dada la extraña tonalidad de mi cabello. Es castaño, pero no es ni rubio ni marrón oscuro. En ocasiones, parece que tengo mechas rojas. Cuando nos conocimos, les gustaba decirme "zanahoria", pero con el tiempo se dieron cuenta que ponerme un mote dulce pegaba más con mi personalidad.

A Mittchell le desagradaba sobremanera. Por eso no me sorprendió cuando me gritó desde su flamante coche:

―¡Buenos días, pequeña menstruación!

Sí, ese es uno de los motes que tanto le gusta ponerme. Lo odio, casi tanto como a ese ser. Cómo me gustaría que se lo llevara Lucifer y lo atizara con un hierro en llamas en el culo.

Evina está a punto de gritarle de regreso, pero yo niego con la cabeza. Ella suelta un bufido y vuelve a mirar su teléfono. Peter aprieta mis hombros y me brinda una sonrisa alentadora. Sé que, si no les presto atención, dejarán de molestar, al menos por unos minutos.

Finalmente, las puertas de madera caoba se abren y comenzamos a entrar. Una vez quedamos nosotros fuera, esperando que nuestros espectadores se acomoden para vernos pasar, entramos. Mittchell y sus seguidores lideran la comitiva, gritando y golpeando los casilleros, haciendo estruendo. Las mujeres se anudan las camisas a la altura del abdomen, violando las reglas como siempre, y corren por los pasillos en esos tacones de vértigo. Casi toda la población masculina se gira a verlas.

―¡Corre, Barb! ―me incita Evi, arrastrándome con ella. Peter se le une, trotando a su costado.

Y así es como se inicia el primer día de último año. Yeeeey.

Por cierto, que se note el sarcasmo. 


Hola, bellas personitas

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Hola, bellas personitas. Acá les dejo el primer capítulo de la novela. Los primeros tres o cuatro pueden parecer aburridos, pero pronto va a comenzar la acción. 

¡Los quiero mucho! 

Euge



Deseo deseo ©Where stories live. Discover now