Tina.

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Las olas embaten mi garganta, de manera parsimoniosa.  Calmada. Serena y apacible. Moviendome de forma apática, de un lado a otro. Como si se tratase de un infante oscilandose en su cuna. Sosegado. Sereno. Me hallo en posición fetal. Mi rostro velado entre mis rodillas. El lamento enmascarado por la corriente, mientras mi fervor se sumerge poco a poco, perdiéndose en el mar y en la desmemoria.

La cabellera meneandose al ritmo del flujo. Ojos carmesí. El infierno dentro del iris por el color y el dolor. La espuma creciendo. El canto del mar sollozando. Peces abrazando mi aura. Y yo, hundiendome, mientras las sirenas cantan.

Un dedo tenaz, sobrepasando el delgado hilo que corta hacia la superficie.
Acurrucandose hacia si mismo, buscando el Edén interminable; hasta hundirse nuevamente.

¿Sabes en qué se parecen la depresión y el océano?

Ninguna de las 2, cabe en una tina.

Penrose. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora