Capítulo 30

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"Misterio Hofferson, parte 1"

El día estaba por la mitad, era un poco más pasado de la hora del almuerzo, y todos estaban con sus deberes en Berk.

Astra llevaba dos cestas de manzanas repletas, una señora iba tratando de seguirle el paso.

-¿Sabes?- empezó la mujer-. Yo era como tú, con extremidades fuertes y tonificadas.

La mujer se arrastraba casi con la cesta mientras le alardeaba, Astra se preguntaba que tan mal educada sería si salía corriendo de ese lugar.

-Tenía a todos los hombres detrás de mí, yo solo debía voltear y escoger a uno, el jefe de ese entonces se enojaba un montón, porque ya sabes, había que respetar toda esa regla de la intimidad antes del matrimonio y esas palabras sin sentido.

La mujer hablaba entrecortado ya que a penas se podía expresar con el peso que llevaba en las manos.

-Pasaron los años y mi forma se fue, mi abdomen marcado desapareció, las arrugas se hicieron presentes en mi cara, y de un día a otro, comencé a ser la vieja loca del pueblo.

La rubia apretó con más fuerza las canastas y comenzó a apretujar los dientes para no gritarle en la cara a esa señora que no le importaba su vida.

-Bueno, al menos Eret no me considera una loca, es un...muchacho encantador, digno de admirar. -la atención de la rubia se desvió del frente hacia la cara de la mujer, ella sonreía de oreja a oreja, pero Astra no sabía si lo hacía porque había conseguido su atención, o porque estaba imaginando el cuerpo del chico.

-Todas las chicas están locas por él, incluída mi hija-alardeó, de pronto, Astra sintió la necesidad de salir de ahí, por alguna razón no quería seguir escuchando. -Así que imaginarás porqué estoy aquí. -inquirió con frialidad, de pronto, el su tono sonó más frío y potente, Astra se extrañó por eso.

-Escucha niña, mi hija se casará con él, tendrán hijos y vivirán en una cabaña preciosa, no te interpongas en el camino, porque te echaré. No creas que tu cuerpo formado y tu cabello falso lo harán alejarse se Adelaida, piensa bien tus pasos.

La mujer mostró los dientes con alegría y cambió velozmente su expresión de asesina a una casual, sin darse cuenta habían llegado al Gran Salón y entregaron las cestas se fruta, el vikingo que las recibía les agradeció y se dió media vuelta para comenzar a organizarlas. Astra iba a encarar a esa señora por haberla insultado entre comillas, pero cuando volteó, ya no había nadie.

°°°

-¿Qué?, ¿hablas de que...tú, me nombraste?

La mujer asintió y se levantó para estirar su cuerpo entumecido. Su cabello rubio cubrió sus hombros al levantarse, y su mirada azul conectó con la de Astrid.

-Exactamente, y por suerte el nombte te hizo mérito-masculló la mujer, una carcajada ronca salió de su garganta-. Astrid, belleza y fortaleza divina.

La mencionada tenía las cejas funcidas, no sabía quien era esa mujer, pero tenía un déjà vu al ver el parecido y la calidez que desprendía su persona.

Hipo no tardó en salir de su ensimismamiento y se acercó para presentarse.

-Hola, soy Hipo Abadejo, jefe de Berk.

La extraña desvió su vista de Astrid para mirar al chica, abrió su boca más de una vez para decir algo, pero las palabras no le salían.

-¿Estoico se retiró? -fue lo que preguntó finalmente.

La pareja se incomodó un poco por la suposición, pero Hipo tomó la palabra.

-No...él -comenzó-. Él está...está en el Valhalla.

Hermanas HoffersonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora