• Franco Ramos

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Se mantiene de pie en medio de aquel oscuro callejón, conservando una postura intimidante y carente de vacilación alguna. Sostiene firmemente la glock 19 en su mano derecha mientras su largo cabello azul revolotea de lado a lado debido a la brisa nocturna. Raisa apunta ininterrumpidamente hacia el blanco inmóvil que yace de rodillas frente a ella y que no hace más que temblar de miedo.

Aitor permanece muy quieto sobre aquel piso mugriento, con sus manos atadas tras su espalda y con la respiración al millón. Ve cómo la boca de fuego del cañón se alinea con su frente y cómo su portadora la sostiene en silencio, carente de culpa, de duda, de cuestionamientos, sólo esperando el momento indicado para disparar. El chico se atreve a mirar por primera vez sus ojos que a diferencia del azul eléctrico de sus cabellos son profundamente negros.

—¿Por qué haces esto? —pregunta él algo temeroso pero con una voz firme y audible.
—Porque quiero.
—¿Matas a hombres porque quieres?
—A ti te mataré porque quiero —dice Raisa observándolo desde arriba—, a los otros los maté porque pagaban bien. Pero tranquilo, todos lo merecían.
—¿Yo lo merezco?
—Tú dime —dice ella manteniendo su postura desafiante y fatal.
—Pues... supongo que está mal ser tan encantador así que seguramente sí. —Raisa aprieta los dientes y empuña más fuertemente la pistola entre sus manos.
—Siendo tus últimos momentos deberías intentar ser menos petulante.
—Igual vas a matarme. —Ella asiente inexpresivamente hacia el chico arrodillado en frente—. Pero, si no te molesta, tal vez podrías hacerlo de otra manera. —Raisa arruga las facciones sin entender por completo las palabras del chico.
—¿Cómo te gustaría morir?
—No lo sé, sólo creo que a los asesinos se les debe matar de la misma forma que han matado ellos. —La muchacha esboza una sonrisa sarcástica y se concentra en los ojos cafés del muchacho que están llenos de resignación y hasta de un poco de alivio.
—Ignorar tu existencia hasta que te sientas como una basura me tomaría mucho tiempo. —Aitor sonríe al darse cuenta del profundo conocimiento que tiene su asesina sobre sus métodos personales—. Ya es tarde para hablarte un día y luego ignorarte, y tampoco puedo pavonearme frente a ti porque ni tú eres una jovencita ingenua ni yo tengo ese talento, así que... usaré las balas, señor conquistador. —Aitor sonríe y se acurruca más en aquel rincón reconociendo en ella un gran talento.

La ve allí de pie con una figura imponente, un carácter fuerte y una mirada vacía, con un atuendo oscuro, ceñido y revelador, con los cabellos azulados y los labios color borgoña y le sorprende que en el pasado haya sido ella la víctima.

—Bueno, no lo sé, piensa en algo. —Raisa ladea la cabeza, entrecierra los ojos y aprieta los labios, duda un poco pero finalmente es persuadida y guarda su pistola en la parte trasera de su pantalón. Aitor sonríe mientras la ve caminando de un lado a otro pensando en una forma más adecuada de asesinarlo. Finalmente la chica se detiene ahora con un rostro iluminado y creativo.
—Ya sé. —dice ella. Raisa se acerca y se agacha frente a él quedando a su misma altura. No hace nada, sólo lo observa sin expresión alguna.

Aitor es capturado por aquella hermosa mujer a centímetros de él y no puede hacer más que suspirar. Enmudece completamente por la cercanía, se queda paralizado, algo en sus ojos se ilumina. Tiembla ante sus encantos y se derrite en su presencia, y cuando Raisa ve en su rostro la expresión de quién se delata a sí mismo se limita a esbozar una tortuosa sonrisa ladeada.

Es esa misma sonrisa la que arranca el último suspiro del muchacho y que lo deja tendido sin vida, atravesado y caído en aquel rincón solitario y desolado. Se lo llevan del mundo pero es, todavía, tan hermoso.

Microcosmos; ftsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora