La noche anterior nos habíamos acostado relativamente temprano, por lo que me extrañó un poco que siguiera durmiendo, cuando el reloj marcaba las 9 de la mañana. Pero ¿por qué perturbar su sueño?, si no había más nada que hacer que esperar que el crucero atracara en el puerto de Cartagena, que se preveía sería al mediodía.

Se estaba volviendo más frecuente que la contemplación de Beatriz sumida en sus sueños elevara este tipo de reflexiones en mi fuero interno. Nunca antes me había detenido a reflexionar tanto, menos sobre lo que involucrara tanto sentimiento. ¡Te estás volviendo viejo, Armando Mendoza!

Me quedé dormido media hora más abrazado a ella, hasta que sentí que se levantaba sigilosamente de la cama

--Betty, mi amor ¿ya te vas a bañar? –Cogí la falda de su camisón para retenerla—

Ella se giró y me sonrió con ternura.

--Sí, mi amor, voy a refrescarme un rato y luego me meto a la ducha. –Replicó Betty— ¿Quieres venir? –

Me puse de rodillas sobre la cama y la abracé por la espalda como respuesta a su ofrecimiento. Ella me sonrió y se dejó ir poco a poco hacia atrás, cayendo en mis brazos. La cogí con ternura y la llené de besos. Cuando ya era presa mía la llené de cosquillas. Ella se retorció en un intento de liberarse de mis brazos, pero estaba muy débil por la risa.

--No puedes conmigo, Beatriz, ¡ríndete ante este tu doctor Monstro! –Fingí una risa macabra—

--¿Qué quieres de mí, oh doctor malévolo? –Dijo ella, prestándose a mi juego—

--¡Quiero que reveles tus sentimientos por mí! –Exclamé. Atacando su abdomen con besos sonoros--

---Si no se los revelo ¿Qué me hará? –Dijo ella, en medio de un espasmo de risa—

--No la dejaré ir, no la soltaré y se reirá para siempre. –Le dije, liberándola un poco de las cosquillas—

--Literalmente moriré de la risa...–Dijo ella, luchando por liberarse—

--¡Dí-ga-me! –Le hice cosquillas en su cintura—O no tendrá escapatoria—le mordí el hombro—

Ella estaba atacada en risas, esa misma que tanto me gustaba escuchar, sobre todo cuando yo se la provocaba.

--¡Por favor, por favor, doctor...!—Decía con la voz entrecortada, con los ojos llorosos de la risa—

--¿Le gustan los juegos con su doctor? ¡Confiese qué tanto le gustan nuestros juegos! –Me pegué a su cuello, con su cuerpo entre mis piernas. Presioné sus muñecas contra la cama—

Le limpié dos lagrimones que le salieron por el rabillo del ojo. Detuve mi ataque de cosquillas para que pudiera hablar.

--¡Está loco, Armando Mendoza! ¡Loco, loco! –Me vio fijamente, con el rostro inclinado un poco hacia adelante, haciendo que su mirada tomara un tinte desafiante—Si le digo que no me gustan sus juegos ¿Qué me va hacer? –

--La convertiré en mi prisionera de mis juegos—Repliqué—

--Yo puedo jugar mejor que usted —Dijo Betty—

--¿Ah, sí? ¿Me lo quiere demostrar ahora mismo? –Le dije, adoptando un tono de voz retador--

Ella negó con la cabeza y se mordió el labio.

--¿Por qué se niega? —Inquirí—

--Necesito mis manos para demostrarle que puedo jugar mejor que usted, doctor--Musitó--

Ante sus palabras liberé sus muñecas, pero me mantuve sobre ella. Su vientre subía y bajaba en una respiración agitada.

Nos miramos largo rato al tiempo que llevaba sus manos a mi cuello y presionaba atrás, debajo de mi nuca.

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora