Prologo: El Fin de Esta vida.

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Dolor.

Era todo lo que podía sentir cuando caí en un callejón abandonado en alguna parte de aquella extensa ciudad.

Dolor y frío.

Ya había empezado la época de nevadas en donde me encontraba, aunque no lo había notado hasta ahora.

Justo antes del fin.

Con las fuerzas que me quedaban, levante mi oscura mirada hacia el inmenso cielo que se extendía solitario frente a mis ojos

<<¿Cuando fue la última vez que pude ver este paisaje?>>

Pronto entendí, que la pregunta en realidad estaba errada.

<<¿Siquiera lo he hecho una sola vez en veintiséis años?>>

No, claro que no.

Yo no podía hacer eso; no tenía tiempo, ni un motivo para hacerlo.

—Ugh...—Un quejido se escapó de mis labios ya rotos por el frío.

Pero por más que lo intente, no logré reincorporarme.

Realmente esperaba que el rastreador en mi cuello funcionara correctamente y pudieran encontrarme antes de perder la conciencia.

Pero mientras los minutos corrian comprendí que realmente nadie vendría esta vez.

<<¿A quien le importa un arma rota?>>

Podia sentir el frío de la nieve envolviendo mi cuerpo, junto con el calor de la sangre que se escapaba de las heridas hechas recientemente; en especial de aquella letal que estaba segura había perforado un pulmón.

Iba a morir, no cabía duda.

Y me pareció irónico.

<<¿Como llegué hasta este trágico final?>>

Ah. Por supuesto que lo sabia.

Desde el momento en que perdí a mis padres en un accidente cuando tan solo era una niña de cuatro años, mi mundo comenzó a encogerse y oscurecerse cada vez más.

Con una tía adicta a las apuestas, que no dudo en apostar a la pequeña bastarda de su hermana, no tarde mucho tiempo en caer en las manos de traficantes de esclavos.

<<Y no cualquier tipo de esclavos.>>

Esta gente buscaba niños solos y sin nada a lo que poder aferrarse. Niños a quienes nadie buscaría, a quienes nadie podria extrañar.

Personas a quienes utilizarían y borrarian de ser necesario, nombres que no aparecían en sistemas y cuerpos que nadie jamás podría identificar, como próximamente, sería mi caso.

Me entrenaron para cumplir cualquier misión, por muy sangrienta o inmoral que sea.

Para eso nos habían preparado; Artes marciales, idiomas variados y en el manejo de múltiples armas. Nos brindaron todo lo necesario para sobrevivir y matar e incluso para autodestruirnos de ser asi necesario.

Pero lo que realmente nos hacía el arma perfecta era nuestra carencia de emociones.

Amor, esperanza, sueños.

Nosotros no podíamos tener aquello. Todo sentir nos fue arrebatado.

<<El cariño te hace tomar malas decisiones>>

<<No confíes en los demás, porque cuando te traicionen, será tu culpa.>>

<<Los únicos deseos que importan son los de tus amos.>>

Esas eran nuestras reglas, las únicas que podíamos seguir.

Se encargaron meticulosamente de hacernos entender aquello de las formas más crueles posibles, grabandolo una y otra vez, tanto en nuestras mentes como en nuestros cuerpos.

Y ahora nada de eso importaba realmente, mañana encontrarán mi cadaver posiblemente congelado, y solo tendrán la certeza de que jamás sabrán quién fui.

...

<<¿Acaso alguna vez fui alguien?>>

Claramente no, yo era un número, una letra, y así nos diferenciamos.

A

Esa era la única cosa que me diferenciaba de otras armas como yo.

El único significado de pertenencia que se me permitió tener.

<<Pero ya no importa, realmente ya nada importa.>>

Este era final, lo sabia muy bien. Y a pesar de todo, no me molestaba en lo absoluto.

<<Algún día iba a suceder.>>

La gente como yo, entendía que era una parte inevitable de nuestro destino.

Estábamos condenados a morir en soledad.

Finalmente, cerraría mis ojos como viví mi vida; sin arrepentimiento, sin esperanza, sin tener nada que lamentar.

Y lo último que vere será la blanca nieve a mi alrededor, manchada con el espeso carmín de mi sangre.

Y al final fue solo silencio.

.

..

...

《Click》

De repente un golpe de adrenalina hizo que mis ojos se abrieran.

Un deseo que había guardado en lo profundo de mi corazón, casi como un secreto que inconscientemente me había encargado de ocultar, incluso de mi misma, brotó junto con calidas lagrimas, que pronto se congelaron.

<<Si alguien puede oírme, realmente me gustaría experimentar en calor de una buena vida.>>

Al terminar de sacar aquella espina de mi corazón, todo se volvió oscuridad.

Oscuridad tan densa y espesa, que casi no logre oír aquella voz, que susurro una súplica.

Salvala

Y mis ojos, por fin se cerraron.

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Aquel dia, hubo una fuerte tormenta de nieve, con los caminos cerrados y la gente en sus casas, tardaron una semana en encontrar el cuerpo completamente congelado una joven chica, y aunque se presume que murió por las graves heridas en su cuerpo, la policía no ha encontrado ninguna respuesta.

La joven no poseia huellas digitales, ni una orden de desaparición.

Al final, fue enterrada en una fosa común.

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¡Salvare a la Rosa de Marchitarse!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora