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Meses de entrenamiento agotador eran superados por Kyomi, quien ya era considerada como alguien con la fuerza de un pilar. A muchos les sorprendía ver las habilidades que poseía. Pero no todo puede ser perfecto, si bien tenía una fuerza y conocimiento prodiogoso en batalla, no estaba aprendiendo absolutamente nada de la teoría que le impartía Kanae.

—La oración está mal escrita, intenta de nuevo— recomendó la mayor —Llamaré a Shinobu, ella también debe aprender esto.

Salió de la habitación dejando a la pelinegra con una frustración increíble, el maldito hiragana que estaba trabajando era demasiado para ella, no podía asociar correctamente los caracteres y se sentía insuficiente. Huyó de ahí por la ventana, para así continuar entrenando movimientos de espada.

Kanae llegó con la pequeña Shinobu a la habitación donde se encontraba antes la Tsukino, lamentándose por haber dejado la ventana abierta.

—Mira hermana, está ahí afuera con su Nichirin— señaló la más joven.

La mayor volteó y en efecto, ahí se encontraba su terca estudiante perfeccionando sus técnicas, por dentro sonrió, después de todo ese era su talento.

—Vamos Shinobu, hay que entrenar con ella para volvernos más fuertes—animó la Kocho mayor.

Salieron y esa tarde fue un sinfín de ejercicios para mejorar la condición que las dejó agotadas a las 3. Cenaron juntas invitando a Aoi y rieron por las ocurrencias de Kyomi.

Ya estaban en Mayo, la pelinegra de puntas ahora rojizas (nadie sabía a qué se debía este cambio) había recibido la modificación de su uniforme como un regalo por el esfuerzo en clase, dejando ver una falda corta y cómoda, sumado con unas botas blancas que protegían su andar.

Algo incomodaba a Kyomi, una sensación de vacío se hacía presente en ella cada vez que recordaba a las hermanas Kocho. Le perturbaba ese sentir, era muy parecido al que presintió cada día meses antes de la muerte de su padre.

Salió en busca del par y Toshio le informó que ambas habían salido temprano, su preocupación aumentó demasiado, dejando ver su lado nervioso al comenzar a tallar una piedra. Los pensamientos negativos se esfumaron al verlas llegar con una pequeña niña desarreglada, se acercó rápidamente para ver en qué podía ayudarles, recibiendo el pedido de que le buscara ropa adecuada.

Rebuscó entre sus cajones hasta que encontró un pequeño kimono de color rosa que había comprado a Shinobu, pero le quedó corto y rechazó amablemente el obsequio. Volvió buscando a las hermanas junto a la niña, se topó con una escena extraña, pues la menor de las Kocho se encontraba renegando que el agua estaba demasiado fría para la pequeña, mientras la mayor argumentaba que una ducha helada hacía bien a cualquiera.

—Kanae, deja calentar un poco el agua— pidió Kyomi al tocar el líquido frío.

Shinobu sonrió triunfante, pues era un 2 contra 1. Cuando el agua estaba tibia, procedieron a bañarla entre las 3 para hacerla sentir segura de que nada le pasaría. La Tsukino había notado la mirada de la recién llegada, el brillo en sus ojos era escaso. Se compadeció y se prometió así misma que le ayudaría a cambiar eso.

Los siguientes días con la pequeña a la cual decidieron llamar Kanao eran desesperantes para las más jóvenes, la niña no expresaba sentimiento alguno.

—¡Kanae! Esta niña es un caso perdido— gritó Shinobu.

—Ni siquiera pide comida cuando tiene hambre— lloriqueó Kyomi.

—Dejen de quejarse tanto, me gusta verlas sonriendo— Kanae se levantó y se puso frente a la más pequeña— Kanao, mira, cuando estés sola y necesites decidir algo, lanza esta moneda.

Aliento de la Luna | Kimetsu No YaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora