3. Omega. MIEDO

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Pasaron muchos días desde la primera vez que hablamos de huír de aquí.

Conté 25 pero acabé rindiéndome y perdí la cuenta. Así que no podría decir cuantos, pero la mitad de esos días me fui a dormir llorando. El pecho se me oprimía cada vez que pensaba en que, quizás, nunca lograríamos salir de aquí. Que moriríamos en esa habitación gris que se hacía más pequeña con cada minuto que pasábamos allí. Me asfixiaba, mi garganta se cerraba y acababa temblando sobre el pecho de Alpha. Últimamente me sentía muy mal y me daban aquellos pequeños arranques de tristeza, así los llamábamos Alpha y yo. La respiración se me aceleraba, mi cabeza iba más rápido de lo normal y sentía miedo. Pero él me abrazaba con fuerza, me dejaba que gritase sobre su camiseta y después de unos minutos o me dormía del cansancio o acababa calmándome.

Quizás esa fue la razón por la que me dejaron salir al patio.

Aquello pasaba muy poco. Tanto que, la última vez que fuí fue después de que me cortaran el pelo. Ahora mis rizos ya son el doble de largos, así que eso confirmaba lo poco que pisábamos aquel sitio.

Ese día, por la mañana, tuve una prueba. Mis ataques de tristeza rompían más luces que nunca y por consecuencia, me estaban haciendo muchas más pruebas. Ahora podía encender bombillas con más rapidez así que esta vez la prueba era diferente.

Me entregaron una especie de cajas de energía a las que llamaron pilas, y me dijeron que habían sido gastadas. Mi tarea era concentrar electricidad y cargarlas de nuevo, algo que ellos presentaban fácil y sencillo. Pero estaba cansado y enfadado. No quería hacerlo, no sentía que fuera capaz. Así que sin muchas ganas lo intenté, pero como era de esperar, no lo conseguí.

Notaba en su caras la frustración y el poco cariño que me tenían. No me querían, pero en cierto modo me necesitaban, así que no podían simplemente deshacerse de mí.

Lo volví a intentar, esta vez con algo más de empeño para poder acabar e irme con mis amigos, pero tampoco pude. Yo empecé a ponerme nervioso y ellos cada vez se enfadaban más.

¿Porqué no podía hacerlo si era tan fácil? Al principio no lo estaba intentando pero ahora que estoy poniendo todo mi esfuerzo... ¿Por qué no puedo?

Aquello se repetía en mi cabeza una y otra vez, mientras el mayor de los dos científicos se masajeaba la sien, frustado. El otro me insistía en que lo intentara mientras mis ojos se cristalizaban. Sus caras se veían borrosas, no era la primera vez que los veía de esta manera.

-No puedo hacerlo... Me quiero ir a mi cuarto... -dije a la par que una pequeña lágrima bajaba por mi mejilla.

No recuerdo mucho de esa mañana. No recuerdo qué me dijeron, pero me gritaron. Mi arranque de tristeza volvió y tras tirar las pilas contra ellos, me echaron casi de una patada. Unas enfermeras me llevaron a la habitación a rastras, sus uñas se clavaron en mis brazos como dientes, pero estaba tan alterado que apenas sentía dolor.

Alpha se descompuso al ver como abrían la puerta y me tiraban al suelo, con los brazos rojos del forcejeo y la cara llena de lágrimas. Pasamos muchos minutos abrazados en el suelo, él me sujetaba como si su vida dependiera de ello y yo me deshacía en llantos y gemidos llenos de dolor.

Cuando conseguí calmarme, subimos a su cama. Épsilon y Beta estaban muy preocupados pero sabían que el único que podría hacerme sentir mínimamente bien de nuevo era Alpha. Así que cuando él estaba cerca, nos dejaban espacio y esperaban hasta que estuviera otra vez bien para mostrarme cariño a sus respectivas maneras. Beta venía sin rodeos, se tumbaba encima mío y empezaba a bromear conmigo hasta que acababa riéndome. A Épsilon ya le costaba mucho más, pero siempre acababa dándome su postre o juntando su cama con la mía con alguna excusa bastante elaborada para demostrar que él también me quería.

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⏰ Last updated: Jul 10, 2020 ⏰

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