1. Alpha. FAMILIA

14 1 0
                                    

Esa mañana me habían despertado mucho antes que a los otros.

Desde hacía una semana los científicos con los que convivíamos nos estaban realizando muchas más pruebas, muchos más exámenes, y sobre todo a mí; no conocíamos nada a parte de un sinfín de pruebas y a unos cuantos hombres con bata entre los que se encontraban, Piat y Debiat.

Hoy era uno de esos días en los que Piat me llevaría a las profundidades de nuestro hogar, atravesando pasillos interminables, y cruzando puertas nunca antes vistas para decirme frases aleatorias que pudiese comunicar a Debiat a distancia.

Desde que tengo uso de razón ellos siempre han estado con nosotros, haciéndonos preguntas y planteándonos todo tipo de juegos y actividades para testear nuestras habilidades; habilidades que suponíamos que nadie más tenía y que no sabíamos ni cómo usar.

En mi caso las pruebas solían basarse en actividades mentales y en analizar como se comportaba mi cerebro mientras me comunicaba sin palabras o hacía cosas tan normales como leer; estas pruebas, pese a parecer sencillas algunos días habían llegado a extenuarme hasta el desmayo, y ellos lejos de dejarme descansar parecían simplemente anotarlo.

Hoy era un día de esos.

Tras horas y horas haciendo pruebas y ejercicios en las instalaciones, mi mente no es capaz de aguantar más y dejándome llevar por el dolor de cabeza, mis ojos se cerraron.

Lo siguiente que noté fue el frío suelo contra la base de mi cráneo, y algún tiempo después la rigidez de una camilla.

Cuando volví a abrir los ojos el dolor de cabeza no había desaparecido, pero al menos, estaba tumbado sobre mi cama e nuestra habitación. Todos dormíamos en un mismo lugar, cuatro paredes blancas que formaban un rectángulo, adornadas únicamente con 4 viejos colchones sobre una débil estructura de metal y una alargada bombilla en el centro de la habitación.

Desde allí nosotros teníamos acceso a dos puertas, la de salida al pasillo que se cerraba con llave siempre que se nos dejaba solos; y la puerta del baño, una habitación de blancos azulejos con un par de lavabos, inodoros, unas duchas con mampara y un gran espejo.

Ese era nuestro mundo entero, allí era donde pasábamos horas y horas esperando a que nos viniesen a buscar para examinarnos por enésima vez.

—¿Cómo estás, Alpha?

Una voz me sacó de mi ensoñación, provocando que mis ojos, cansados, dejasen de centrarse en el techo para posarse en Omega, el pequeño del grupo, quien estaba arrodillado a los pies de mi cama.

Suspirando, me llevé la mano a la frente, masajeándola con cuidado antes de pasar a una de mis sienes, donde solían colocar los sensores para analizar mejor qué hacía mi cerebro.

En su cara podía ver la preocupación y el dolor que le causaba verme, Omega era el más empático y sensible de nuestra pequeña familia y el último que al que habían traído los hombres de bata blanca. Pero a pesar de ser solo un niño, un cuerpo pálido y menudo, coronado por una mata de pelo oscuro, enseguida asumía la responsabilidad de hacer que todo el grupo se sintiese bien.

—Muy cansado... Siento que la cabeza me va a reventar— haciendo una pequeña pausa, con los ojos cerrados intenté alejar el dolor de mí, pero cualquier proceso mental por pequeño que fuera hacía que sintiese una gran presión comprimiendo mi cerebro— Me han estado enseñando a tener conversaciones largas a distancia, pero cada vez que percibía información de Debiat que no les interesaba que supiera, se daban cuenta y me castigaban. No sé cómo, pero algo se lo notificaba, Omega...

Estaba frustrado y agotado, todos nosotros llevábamos mucho tiempo así, y teniendo yo una habilidad de este tipo, era el único que podía hacer algo para escaparnos.

World Behind My WallWhere stories live. Discover now