VII: Yo quisiera

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DJ tomó la decisión de colocarse en las orejas sus auriculares rojos y tomó su reproductor de música para reproducir su lista de baladas románticas. Mientras miraba la gigante Luna llena a su resplandor a través de la ventana de la alcoba, escuchaba las melódicas notas musicales de cada canción británico y latinoamericana. Su preferencia era las canciones de bandas europeas, pero los latinos de América también son buenos músicos y vocalistas.

Con las baladas en reproducción, consiguió conciliar el sueño con facilidad. Las melodías de la guitarra acústica y la suave tocada de los platillos de la batería provocaban una paz mental, un aura en su vigor, entre otros sentimientos que la hacían sentir con sosiego.

Cada balada romántica la dedicaba, aunque no fueran propias como el compositor de las mismas, a su querida hermana Da Vinci. La amaba, y demasiado; tanto que no tenía la paciencia de seguir ocultando su amor hacia ella. Un amor clandestino que lo gritaría al viento, que tuvo la fortuna que sentir amor por alguien que vale la pena entregarle lo que siente.

La lista en reproducción comenzaría a dar baladas más emocionantes, esas que uno agarra el sentimiento de cantarlas. Con una introducción de rasgueos suecas de guitarra acústica a un todo intermediario a lo grave y agudo. Con la notas de Mi y La Mayor.

Eso hizo que esbozara una sonrisa mientras dormía. Pensando que estaba a lado de Da Vinci, dándole el mayor cariño que tanto ha deseado dar. Abrazándola mientras veía el atardecer junto a su lado. Y al final mirarse de frente y sentir sus labios con un ósculo apasionado. Mientras las mejillas de ambos dálmatas se sonrojaban.

En cuestión de minutos, despertó de golpe. Los rayos del Sol que atravesaban por la ventana hasta caer los ojos del cachorro músico, molestándolo hasta despertarlo y provocarle una molestia en sus ojos. Se desanimó por ver que su sueño ha durado poco. Y lo hermoso que era —dijo él—.

Se levantó sin hacer más quejas, ocultado el gran aprecio que tiene hacia el sueño. Eso era lo que quería: demostrarle el amor que siente a Da Vinci y decirle lo tanto que la ama. Pero quedaría como un simple y plebeyo soñador.

Se acordó, que después de días de ensayo con la banda de canes y felinos, era el día especial del que exhibiría su talento junto con los integrantes de la banda en un concierto en Kentish Town, exactamente en Talacre Gardens.

Bajó a desayunar junto con su familia antes de salir a hacer su participación en el concierto que ha estado ensayando hace un par de semanas.

El concierto se trata de que bandas de animales, especialmente de la ciudad de Londres, compiten por tener la fama para mascotas y animales callejeros. Presenciaban muchas bandas conforme la cifra que consulto el San Bernardo, representante de la banda de DJ.

La familia no notaba lo nervioso que se encontraba el cachorro músico por participar, pero tenía la emoción de mostrar a que vino el mundo —de forma metafórica—.

—¿Nervioso, DJ? —burló Dylan a su hermano menor músico que estaba a lado suyo por esta ocasión.

—No, no estoy nervioso. Tengo pánico —repuso él en voz ahogada.

—Tranquilo, hijo —intervino Delilah—. Todo estará bien, no debes sentirte así. Solo vas a tocar a una pequeña cantidad de personas, no es para tanto.

La melodía de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora