V: Luz de día

254 15 5
                                    

El cachorro concilió el sueño al poco tiempo de haber deleitado la canción en murmullos. Cerrando sus ojos, ganándole el cansancio. El día fue agotador para el músico: el reencuentro con su banda musical y el número musical que interpretó para Da Vinci.

En minutos descansó sin problemas. Soñando en un día lluvioso en la ciudad de Camden. Era intensa, hasta difícil caminar por las aceras. Encharcamientos por doquier e inundaciones en las calles. Era una noche complicada para la ciudad completa.

Caminaba en las aceras con cautela de no resbalarse con facilidad. Empapándose el pelaje con sus audífonos rojos puestos en sus orejas. Escuchando música relajante para desahogarse de los estruendos de los relámpagos que tronaban a cada minuto. Y cada vez con una intensidad en su sonido hueco.

Iba caminando con la oscuridad de la noche. Apenas salía de un evento que tuvo en un centro cívico de la ciudad, fue a ver a sus colegas músicos para la tocada de una balada a su público canino. La asistente de aficionados en el espacio no estaba abarrotado.

La niebla también era participe de la noche fría. Opacando la vista del cachorro. Hasta la neblina ocultaba la presencia del fulgor de la Luna. Temblaba de la congelante temperatura. Castañeando los dientes y colmillos. Lo único que lo tenía en abrigo era su pelaje y el estuche de su teclado musical dentro; colocado en su lomo.

La caminata era larga, a kilómetros alejado del hogar. No resistía de su piel empapada de la lluvia, temblando del frío y constantemente transcurriendo escalofríos involuntarios en su cuerpo para producir calor. Pasando cada minuto era un sufrimiento para el dálmata músico.

Se detuvo en una parada de autobuses, en espera de un transporte que lo llevará al hogar. Apenas la luz artificial de la estructura metálica reflejada el pelaje empapado del cachorro. Incluyendo su instrumento musical y los audífonos colocados en sus orejas.

Esperó minutos en busca de un autobús que lo llevará hasta la calle Dálmatas; pero no corría con esa fortuna. Autobuses con terminales diferentes a puntos más habitados de Londres; en especial los que son más activos en su movilidad. Estaba desesperado por poder llegar a su hogar a refugiarse de la temperatura baja que lo atormenta físicamente.

Seguía en la parada de autobuses con la esperanza de buscar el autobús correcto lo antes posible. La nariz se le congelaba por las fosas nasales, las orejas no las sentía, las patas temblando de lo empapadas que están y el rostro como carne en congelación. Pasaban los minutos y sin señales de satisfacción para el músico.

Observando en su alrededor en busca de un entretenimiento mientras su autobús. Hasta que la neblina en las calles comenzaba a desvanecerse lentamente, mejorando la vista junto con las farolas de petróleo colocadas en las aceras. En el fondo a orilla de una esquina de la acera, un can estaba parado con la mirada baja. Era oscuro como una sombra, por la distancia no se veía a detalle.

Como gato le ganó la curiosidad; sin pensarlo con certeza se acercó a ese ser parado en la acera. Dudaba de su presencia, parecía estar en depresión. No quiso pensar en prejuicios del can que estaba a metros cerca de él. Era del mismo tamaño, a lo cual se asemejaban en algo.

Entre más se acercaba, más se detallaba el físico del can. No era uno vagabundo como pensaba, era su hermana pintora Da Vinci. Estaba igual que él: su pelaje empapado, temblando de frío y castañeaba los dientes. Las manchas de pintura en su pelaje blanco se desvanecían derramándose por la lluvia, mostrando sus manchas negras que ocultaba. Sus manchas de colores eran símbolo de que es una artista talentosa, apasionada a su oficio.

—Da Vinci, ¿qué haces aquí? —indagó el cachorro músico con confusión de su presencia en plena calle a las malas condiciones del clima.

—DJ, no te vi venir. Me perdí; estaba buscando un lugar para pintar y me desamparé bastante del hogar. No me localizo, estoy confundida —respondió muestras se sacudía el cuerpo. Era inútil, ya que la lluvia la seguía empapando.

La melodía de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora