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Lali era libre. Los 20 años que tenía no los desperdiciaba. Si, un alma rebelde. Y ahora su pelo volaba libre, al viento. Esas ondas tan definidas de un color castaño muy peculiar, eran acariciadas por la brisa del aire, que soplaba al ritmo que corría la moto. Iba agarrada a la cintura de Erik Lamela. Si, Erik Lamela. 

Los rumores de la gente hablan por sí solos. Quizás él la volvió rebelde. Quizás no. Quizás solo fue ella. La vida tiene diferentes etapas. Nacemos, crecemos y morimos. Y en cada una de las etapas hay cambios. Y ella lo ha hecho. De niña a mujer.

La moto gira, en un brusco movimiento. Y el pelo de Lali se alborota. Ella cierra esos ojos marrones y apoya una mejilla contra la espalda de su novio.

-No corras tanto…

-No te preocupes, la se manejar bien.

Lali aún no creía que hubiera aceptado subir a su moto con él. Y lo mejor, es que no traía ninguno de los dos cascos. Confió en él. Eso es lo que pensaba Lali. Y era normal, estaba completamente enamorada. Una rotonda. Las carreteras de Buenos Aires acostumbran a estar transitadas. Y todo pasa en una milésima de segundo. Un camión enorme intenta girar. No puede, es demasiado largo. Se desvía. Se va a caer. Erik se altera, se asusta. Y aún lo complica más. La Aprilia sr50 da la vuelta. Intenta desviarse en dirección contraria, pero lo único que consigue es chocar contra un coche. Y ¡pum!

Tan solo un segundo. Un accidente. Un muerto. Nueve heridos leves. Una grave.

(…)

Carlos estaba sentado en una de las sillas de la habitación. A lado, María José. Los dos tristes, muy tristes. Carlos puso su mano encima de la de su mujer. Esperaban algo, una señal, la llegada del doctor, la de una enfermera, su hija, que despertara. Solo esperaban.

-Peter… -dijo Carlos, abatido– Iker, José, Álvaro, Raúl, Carlota y Alicia gracias por acompañarnos… Es mucho ya lo que hacen por nuestra hija…

-No hace falta… -dijo Peter con sus 21 años de edad– Lali es nuestra amiga… y al escuchar alboroto, nos asustamos, como es normal –dirigió una leve sonrisa al padre de Lali.

En este momento se abrió la puerta. Y todos miraron hacia ella. El doctor entró.

-Bueno… -dijo en un suspiro- La situación es un poco… crítica… -dejó los papeles encima de la mesa, su padre estiró el cuello para averiguar de qué se trataba, pero no logró ver las letras– Seré breve… -tomó una silla y se sentó delante de las nueve personas– Lali se dio un fuerte golpe en la cabeza. El tumor se extiende cada vez más y creemos… -hizo una pausa. Larga. Demasiado.

-¡¿Qué creen doctor?! -Carlos alzó la voz, pero Majo lo agarró del brazo izquierdo.

-Carlos Espósito… hacenos el favor… deja… que termine de hablar -dijo, casi con un hilo de voz.

-A su hija solo le quedan dieciséis días de vida –dijo finalmente. Y Carlos deseó no haber insistido para escuchar aquellas horribles palabras.

16 Días {Laliter}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora