t r e i n t a i u n o.

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Will, Mike y Jonathan estaban en el auto frente a la casa de los abuelos de Max.

—No sé que voy a decirle realmente —miró a su hermano y a su mejor amigo.

—Lo que te nazca Will. —dijo Mike sin más. —Te has guardado muchas cosas desde siempre, es hora que digas lo que tengas que decir. —él asintió seguro y se bajó del auto. Tocó la puerta tres veces y delante suyo salió una anciana de cabello rojizo.

—Buenas tardes... —soltó Will nervioso hasta la nuca.

—Buenas tardes jovencito —soltó la anciana con una sonrisa.

—Vine a buscar a Max, ¿se encuentra? —la anciana parecía confundida. Pero sin previo aviso, una voz detrás suya lo puso alerta.

—¿Will? —Max susurró su nombre. Tan dulce como de costumbre, tenía el cabello suelto y el viento lo movía de aquí para allá, tenía un overol de jean con una margarita dibujada en el centro, su rostro lleno de pecas estaba consternado y confundido.

—Hola Max... —susurró Will de vuelta.

Después de ese agridulce encuentro, Will y Max se sentaron en el patio trasero del hogar Mayfield. Habían unos viejos columpios y ambos se balanceaban nerviosos.

—¿A qué viniste? —dijo Max después de un largo silencio incómodo.

—A verte... ¿Cómo estás? —preguntó sin mirarla aún. Pateaba algunas piedras bajo él.

—Bien, ¿y todos los demás cómo están? —Max tampoco lo miraba, solo veía el cielo azul claro y brillante.

—Bien, hoy es el baile... están emocionados —pareció prudente recordarle y ella solo hizo un ruido raro con la boca. —¿No irás?

—No... —susurró débilmente. —Vine aquí para quedarme Will.

—Pero podrías ir, a despedirte, a...

—No —interrumpió. —No quiero despedirme, eso es lo qué pasa. Por eso me fui así no más.

—Deja de huir Max... —y entonces por fin la miró. Recordó las palabras de Mike y estaba dispuesto a decir lo que le naciese decirle. —Siempre huyes. Nunca hablas con nadie de lo que te pasa pero te la pasas queriendo ayudar a los demás, huiste de mí, ¿por qué? —esas palabras salieron con el sentimiento más profundo que Will podría tener.

—No huí...

—Lo hiciste —dijo y la obligó a mirarlo. —Huiste de lo que sentías por mí, como si jamás hubieses querido sentirlo...

—No es así... yo si quería sentir eso Will, y-yo... —a Max se le cristalizaron los ojos.

—Ya no se trata de lo que sentíamos Max —Will le tomó la mano. —Ya he decidido eso. Ahora se trata de que somos amigos, tus amigos. Y no tienes que huir porque esto no funcionó o porque Lucas cometió errores estúpidos.

Max apretó suavemente la mano de Will.

—¿Ya has decidido? —dijo ella con la voz entrecortada. Él asintió.

—Sí... cuando tú decidiste venir a este lugar, yo decidí que iba a seguir adelante, Lucas igual...

—¿Y Lilia? —ella no quería preguntarle pero quería saberlo.

—Lilia también. ¿Sabes todo el daño que le causé? Ella me perdonó —Max asintió triste. El silencio se apoderó del lugar.

—Perdón por lastimarte... —Max casi lloraba.

—Perdón por lastimarte también... —Will la abrazó, fuerte como si despegarse de ella le costara más de lo normal. —Me enamoré de ti Max, más de lo que quisiera admitir... —se alejó un poco de ella, sus frentes estaban casi juntas y la respiración de cada uno se mezclaban en el aire.

—Yo también me enamoré de ti Will Byers —y entonces Max se acercaba, lenta e insegura. Will estaba batallando en si un último beso era una buena idea pero entonces se separó, seguro de que un beso iba a empeorar todo.

—Creo que no es buena idea... —ella asintió alejándose también con un vacío inmenso.

Esos labios que se había pasado deseando desde hace tanto tiempo, esos labios a los cuales nunca les negaría un beso... ya no parecían tan así ante él.

Era preciosa, el rostro más hermoso pero ya no era lo mismo cuando estaba cerca. Ese deseo de besarla estaba, pero podía abandonarlo porque ya no lo sentía suyo.

—¿Irás al baile con ella? —Will asintió.

—Debo irme ya... —se levantó lentamente sin dejarla de mirar. —piénsatelo, por favor.

Max asintió con una sonrisa dulce. Así era ella, tan dulce pero con un millón de remolinos en su cabeza.

—No creo que vaya, pero bueno. —Will la abrazó nuevamente y le entregó en su mano un papel. Will salió de la casa de los Mayfield con alivio y esperando que ella pudiese pensárselo mejor.

Max se sentó en el columpio nuevamente, observó el papel doblado por un par de minutos y entonces lo abrió.

"Querida Max;
Ya intenté muchas veces escribir algo para ti, todo lo anterior sonaba como una carta de amor y de que lo único que pensaba al levantarme en las mañanas era llegar y verte a los ojos, ver tu cabello, ver tu patineta por ahí en los pasillos. Pero ahora es más como agradecerte, agradecerte de que me hayas dado una razón para seguir, de que me hayas querido aún siendo "un raro" o alguien nada especial, te agradezco que hayas puesto esa nota en mi casillero pero hubiese querido que esa nota llevara tu nombre. Me gusta pensar que eso hubiese hecho las cosas más fáciles. No sé qué sentí, solo sé que te amé en cada minuto y que si algún día la vida nos quiere juntos, nos tendrá juntos pero eso claramente no es ahora.
Perdón por romper tu corazón y te perdono por haber roto el mío. Ahora, dejemos de huirle a la vida Max, tú me enseñaste eso".

De la carta cayó un papel más pequeño. Parecían como las notas que dejaba en el casillero de Will.

"Hola, pelirroja;
Sonríe, sonríe porque eres linda cuando lo haces. No estás sola, aún hay amigos que te esperan ver con un lindo vestido (aunque los odies), esperan verte bailar y abrazarte aunque sea por última vez.

                                   Tú turno.
Con amor; W".

Max sonrió melancólica y con los ojos llenos de lágrimas.

"Mi turno" pensó y fue a buscar un vestido horroroso  para el estúpido baile escolar.

Hello, zombie boy | Willmax.Where stories live. Discover now