October, 10th

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Cuando Josephine encontró la servilleta de aquel extraño en la barra, nunca pensó que iba a dejar de recibirlas tan pronto. Aunque ella sabía que sólo era cuestión de tiempo para que el anónimo se aburriera de ella, no creyó que fuera tan doloroso dejar de recibir sus mensajes.

La persona que se oculta bajo la letra H había decidido que dejaría de escribirle porque su futuro no se lo permitía. ¿Cuál había sido la razón más coherente? ¿Que sus amigos le dijeron acosador por admirar a alguien? No, la razón era que se iba de Londres para siempre. Hasta el momento no le había molestado ni asustado, la había halagado, mucho. Sabía que había un trasfondo del porqué estaba dejando de intentar captar su atención.

Bueno, al inicio fue raro, pero se acostumbró, y amaba llegar a su trabajo, atender a todos con amabilidad y recibir una nota, con letras plasmadas en un servilleta abandonada en la barra.

Esas notas, sonríe cuando recuerda la primera vez que encontró la servilleta.

Nadie que fuera a beber para divertirse iba a escribir sobre una servilleta y dejarla perfectamente doblada por la mitad. Se sintió halagada cuando leyó la nota. Le sorprendió que alguien le diera las gracias por escrito por algo que era su trabajo. Fue gracioso y halagador.

—Dave, cúbreme un minuto. — la rubia pide, sabía que su amigo lo haría, pero aún así, él se quejó.

Buscó una pluma, tomo muchas servilletas y escribió en ellas, con la letra más legible: No te detengas.

Cada bebida que servía, iba acompañada de una servilleta, todas y cada una de ellas. Esperaba que su "admirador" aún se encontrara ahí, o que pidiera otra bebida más. Alguna vez creyó que un castaño de cabello largo era su H. El chico había estado coqueteando con ella desde que había llegado a la barra. No tenía un tipo de hombre, pero este chico tenía gustos similares a ella, era guapo y se llamaba Henry. Supuso que era H, porque coincidía con la inicial, era del tipo romántico, con sus frases y su sombrero hipster.

Y después supo que su chico no era él, porque mencionó que amaba los gatos. H no los odiaba, pero prefería por mucho a los perros.

Se sentía decepcionada, nunca creyó que alguien se daría por vencido tan rápido con ella. ¿No había mostrado interés? Claro, trataba de atender con mucha más amabilidad a los clientes. Incluso a las chicas, aunque a ella no le llamaban la atención, estaba abierta a una amistad. A todos les sonreía.

Pero un día, notó como un castaño muy alto, con cadenas en el cuello, y pantalones holgados robo su atención por un momento, él se encontraba mirando hacía la pista, viendo a los cuerpos sudorosos menearse al ritmo de Rihanna. Esa era la moda. Una chica se acercó a él, demasiado, entonces lo olvidó, no era su tipo y no estaba disponible, tampoco podía ser su H.

Durante la noche del 3, ella sentía que su vida podía escaparse de sus manos. Tenía la sensación de perder algo, pero no estaba segura del por qué se sentía así respecto a H. El inquietante bombeo en su pecho le causaba una increíble ansiedad. Sí, Josephine, la más relajada de su familia estaba teniendo una crisis de ansiedad, aunado a ello, la universidad estaba acabando con ella, literalmente, pensaba en los años que había estado ocupada, estudiando y madrugando para poder llevar a cabo su sueño de ser publicista, no importaba de qué, en agencias de modelos, actores, lo que sea, ella estaba encantada de hacer lo que sea. En Australia existían las posibilidades de hacerlo, pero ir a Europa ayudaría más a su carrera, es por eso que a la tierna edad de 18 años, se embarcó en un viaje hacia el otro lado del mundo, sola, con poco dinero y buenos deseos.

Frustrada estaba, solo le faltaba que su admirador dejara de alegrarle las noches de sábado.

No podía ser, se sentía adorada por alguien, algo que no logró sentir con su última pareja sentimental.

La chica del bar | HEROPHINEWhere stories live. Discover now